Llevo varios días (demasiados) posponiendo el sentarme a escribir sobre El Padrino. La indecisión ante el enfrentamiento contra la página en blanco no viene marcada por falta de aprecio hacia la cinta de Coppola. Es más bien la situación opuesta. Ya que se trata de una película de la que todo se ha dicho, que se ha ensalzado lo indecible y que tras su visionado (creo que es la segunda o la tercera vez que la veo) sólo se confirman las palabras tan largamente repetidas por todos. Y claro, ¿cómo rellenar este espacio sin caer en la repetición de lo que ya se sabe de forma generalizada?

Hasta que no me he percatado de que no por ser más ciertas esas palabras mencionadas por todos (que si la fotografía, que si el guión, que si la interpretación de Brando, que si la de Pacino, que si es que es la primera vez que los «malos» eran los protagonistas de una película, que si el montaje que si la música, que si seminal, que si película de referencia…), no son más nuestras por repetirlas una y otra vez en voz alta. Así que sobre esta piedra voy a aprovechar para edificar mi iglesia. Porque al final, de El Padrino realmente sólo puedo decir que coincido con la mayoría de espectadores del mundo en decir que es una película completamente perfecta y que también me gusta mucho.

Pero aprovechemos esta coyuntura para ver como somos, los seres humanos, como conjunto cuando nos agrupamos. Ese concepto global de «el público». La audiencia. Me salgo un momento para coger la vía de servicio a un terreno que parece que poco o nada tiene que ver con la película que nos ocupa: el de la animación realizada por ordenador. Concretamente de PIXAR y una «verdad» que todo el mundo repite (yo el primero) que viene a ser algo así como que «todas las películas de PIXAR tienen dos lecturas una para los niños y otra para los padres».

Todos repetimos como papagallos que si los algodones de la boca de Brando, pero la realidad es que sólo eran un complemento a una prótesis bucal mucho más compleja…

Vienes a mi el día de la boda de mi hija.

Esto podría parecer que nada tiene que ver con la saga de los Corleone. Pero para eso vengo yo aquí a darle una patadita al avispero. Aquello que se dice de PIXAR es como lo que se dice de El Padrino o lo que se repite hasta la saciedad de obras como 2001: Una odisea en el espacio. «Verdades» que hay que entrecomillar porque aunque cuentan con una base de certidumbre en sus orígenes, realmente no son nuestras verdades. Son mensajes vacíos que todos hemos oído en algún momento, y que pensamos que repitiéndolos se convierten en nuestro criterio, haciéndonos sentir de esta forma más inteligentes y mejores espectadores.

No cuestiono el hecho de que se pueda coincidir o no con estas opiniones generalizadas. Como he comentado ya repetidamente más arriba, estas afirmaciones no nacen de la mentira. Por supuesto que PIXAR se hizo famosa por dotar a sus películas de diferentes capas de lectura. Y claro que 2001 es una película completamente seminal. Pero me escama que generalmente todas estas virtudes repetidas nunca suelan hacer referencia a los motivos personales por los que una persona individual defiende o no una película. Todos repetimos que La Isla de las Cabezas Cortadas es uno de los mayores fracasos de taquilla de la historia y que arruinó al estudio que la realizó. Pero nadie dice por qué no le acaba de convencer a nivel personal.

Esgrimir estas verdades puede ser peligroso. Porque al final acaban realizando un flaco favor a las obras que defienden (o denostan) ya que son titulares vacuos y faltos de significado. Y que nos dejan en evidencia a la hora de defender un criterio propio (repito que no se cuestiona aquí absolutamente nada relacionado con la opinión personal) con argumentos de otros. Es precisamente el miedo que sentía, como persona que disfruta divulgando, a la hora de reflexionar aquí en voz alta sobre El Padrino. Porque es una película que me encanta. Pero me veo demasiado tentado a repetir el discurso de otros. Y ya sabéis que es algo que aquí no se practica.

El personaje de Michael Corleone es uno de los mejores ejemplos que se me ocurren de evolución, hay un abismo de como entra a como sale de la película…

¿Qué he hecho yo para que me trates con tan poca consideración?

No soy especialmente aficionado a la tematica de gángsters. Siendo dos directores que admiro con fruición Martin Scorsese sobre todo y parcialmente Francis Ford Coppola suelen provocar en mi un ligero suspiro ya que sus filmografías suelen tener un aporte relevante de mafiosos, capos y corruptos. Pero una cosa son las filias personales y otra cosa es aquello que consideramos la «objetividad» en el mundo del arte. Que es otra falacia que suelo repetir mucho para demostrar que tengo conocimientos teóricos sobre una práctica concreta y que se reconocer la caligrafía de dichos autores en sus creaciones. Y de nuevo, no por ser más eterea, resulta una verdad menos cierta. Nos movemos siempre en terreno resbaladizo y parece que la única forma de no caernos es apoyarnos en hombros afines que nos validen y juntos nos mantengamos en pié frente a posibles envites de opiniones contrapuestas.

Claro que me gustan las interpretaciones de la película. En soplapollas de Brando está tremendísimo ya en una escena introductoria que consigue lo que ningún video de bodas que te hayan puesto en tu vida. Que te la zampes de principio a fin mientras te explican como funciona el mundo al que se te va a invitar a echar un vistazo durante las siguientes dos horas. A nivel de guión (de nuevo, como ya he explicado otras veces; como herramienta de estructura narrativa) es de adamantium. Cada escena sirve a varios propósitos y mientras no pasa nada no paran de pasar cosas. Parece que es de esas películas en las que la diatriba forma parte de cada uno de sus elementos más básicos. La banda sonora es magistral, pero si uno se la escucha fuera de juego, son un compendio de pasodobles y tarantellas italianas. La película es larga, y aún así se pasa en un suspiro. Ciertos personajes afirman ser una cosa que resulta ser lo diametralmente opuesto cuando el drama comienza a transformarlos. Todos son más malos que la quina, y sin embargo, entiendes sus códigos morales y los haces tuyos, la empatía se vuelve dificil de negociar en determinadas situaciones.

Pero claro, nada de esto que estoy diciendo brilla por ser especialmente original. No me sentiría cómodo firmando estas líneas con la esperanza de pillar a algún lector desprevenido que se acerque a la película por primera vez y que dándose la casualidad de que también le gustara, comenzara a repetir estos argumentos sumándonos a un círculo de opinión vacía que no deviene en nada negativo, pero tampoco aporta nada realmente, es como un tazón de cereales bien azucarados. Riquisimo, pero poco nutritivo. Al final, nada de esto importa. Porque es una realidad que la película es impecable (y que ojo, puede no gustarte aún ciñéndonos a esta verdad; ya hablaremos de su secuela); pero me gustaría poder ser más original al describirte por qué a mi me gusta en lo personal. Lo que si que es una realidad, es que si ya sabes un poco de qué pie cojeo, creo que te puedes hacer una idea de por donde van los tiros. Y a veces, esa es la mejor crítica que uno puede ser. El haber sido lo suficientemente honesto como para que alguien confie en su criterio, aún cuando este no puede ser expresado de la forma más adecuada.

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