Se dice que los locos están como cabras (realmente se añade el adjetivo calificativo sinónimo de meretriz, pero estoy intentando portarme bien). Después de ver algunos videos protagonizados por el animal cuadrúpedo puedo entender el símil, aunque no acabo de comprender semejante penetración en el lenguaje popular. Lo que si está claro es que hay otro dicho que dice que «la cabra siempre tira al monte» y claro, siendo Esposa psicóloga este Unconcious Mind no podía quedarse sin venir a casa.
Es un juego que lleva en la estantería de pendientes casi un año porque la vida te pasa por encima y luego da marcha atrás para pasar otra vez. Pero finalmente he podido probarlo y decir que pese a mis reticencias, se trata de un juego que me ha gustado bastante. Ha sido un alivio quitarme una serie de prejuicios mentales que se habían ido configurando en mi mente en base a cositas (algún comentario por aquí, algúna reflexión en voz alta por allá). Parecía de esos juegos que llegan con mucho hype debajo del brazo, que uno casi no puede ni comprar el día de lanzamiento (ha habido que esperar casi un año para la reimpresión, y yo tuve problemas para hacerme con todas las expansiones en su momento), pero del que apenas dos meses después, no se ha vuelto oir hablar nunca.
También tenía pinta de ser de estos juegos extremadamente bonitos, pero que luego pierden fuelle en lo jugable. A fin de cuentas, tiene a dos pesos pesados de la ilustración y el diseño en el apartado artístico mientras que su equipo de diseñadores es relativamente desconocido. Y también había llegado a escuchar que se trataba de uno de esos juegos cuya dificultad se ha «inflado» artificialmente para que sea más complejo de lo necesario. Porque tenemos que sentarnos a hablar un poco a desmitificar ese acomplejamiento positivo del jugador de euro duro que piensa que saber jugar a un juego complejo le hace más inteligente que la media.

Difícil es hacer bien la declaración de la renta, José Luis.
Me entretengo poco en esto. Pero de verdad que veo necesaria la reflexión. Vivir una vida de adulto es dificil. Acercarte a un desconocido por la calle y pretender que haga lo que nosotros queremos es difícil, por no decir imposible. Las cosas difíciles no vienen con manual de instrucciones. Eso es lo que las hace difíciles. Los juegos de dureza alta son COMPLEJOS. Tienen multitud de mecánicas interrelacionadas que hacen que sacar la jugada más optima implique un proceso de razonamiento mas o menos duradero que a todos nos puede requerir mayor o menor esfuerzo. Pero saber hacerlo a la primera o rápidamente no te convierte en miembro de Mensa automáticamente.
Tan listo no serás, José Luis. Si cometes el error garrafal de acercarte a la mesa donde cuatro personas están jugando PARA PASARSELO BIEN (porque parece que convertirse en superdotado artificial gracias a los juegos de mesa «difíciles» automáticamente te extirpa la poca empatía que te queda dentro y te anula el sentido común para las cosas más obvias y básicas) y vienes a dar tu opinión de MIERDA sobre si el juego no merece la pena porque después se vuelve repetitivo y sólo se puede atacar «optimamente» de una única manera. Y soy condescendiente con tu opinión de MIERDA. Porque podría no serlo si: 1, Alguien te la hubiera pedido. Y 2, no soltarás un maravilloso «vamos, yo no me acuerdo, pero es lo que se dice…». Es que de verdad nos merecemos todo lo que nos pase.
Igual que no todo el mundo disfruta golpeandose los genitales con la puerta del microondas. No todo el mundo quiere pasar su tiempo libre pensando. Algunos sólo quieren echar un rato divertido. Y por eso se ponen un juego simple en la mesa (simple no es lo mismo que fácil). Coño, hay quién en vez de jugar se pone a hacer sudokus o crucigramas (a mi abuela le gustaban mucho las sopas de letras). Vamos a tal velocidad repitiendo pensamientos impostados por otros sin cuestionar nada, que nos dejamos el criterio en casa, cuando lo que nos teníamos que dejar era esa necesidad irrefrenable de opinar sobre todo sin tener ni puta idea de lo que hablamos.

Ah, si. Freud y el psicoanálisis…
Hay días que me levanto con ganas de darle un poco al coco. Es divertido. Intentar arañar esos puntos que el de enfrente tiene. La competitividad es divertida si uno se la toma con el enfoque adecuado. Pero incluso en estos juegos de «rompecabezas mental», me gusta tener la sensación de estar haciendo lo que el juego propone y no cualquier otra cosa. Hay juegos maravillosos donde cada vez que pones un cubo, lo mismo te daría estar moviendo tropas, que contando ovejas, que construyendo un edificio. Se dice que en los eurogames, la clave está en las mecánicas y no en el tema, y por eso algunos ni se molestan (o le ponen el nombre de una ciudad y a correr). Yo diría que a la hora de jugar a lo que sea, la clave está en las mecánicas siempre. Y que a algunos jugadores la temática se la pela y a otros no. No hay forma correcta de ver esto.
En el caso de Unconscious Mind sí que uno tiene la sensación de ser un coetáneo de Freud, que se reune los miércoles con el resto de psicoanalistas de la Viena de la época (no es lo mismo psicoanalista que psicologo, pero el texto se me va ya de madre y todos tenemos Google en el bolsillo). Uno siente durante la partida que está intercambiando ideas con otros ilustrados en el mundo de los sueños durante las reuniones de los miércoles y curando a sus pacientes en las dos salas de su consulta. Eliminándoles traumas y haciendo que alcancen alguna suerte de catársis para poder resolver los problemas que le abruman mediante el estudio de sus sueños, tando los que son capaces de manisfestar, como aquellos que le sonsacamos mediante nuestras técnicas profesionales.

No todo está tan bien hilado. La gestión de recursos (aquí se llaman Impresiones, y representan aspectos de la psique humana como la Pasión, el Crecimiento y Libertad), los podemos aumentar o reprimir o incluso cambiar de tipo, y es lo que usamos para ganar puntos de terapia para curar a nuestros pacientes. Pero no terminan de sentirse del todo integrados en la temática. De la misma forma, todo lo que acontece en el tablero de la ciudad de Viena también se siente como una capa adicional que permite obtener combos y bonificaciones pero no transmite la sensación de estar haciendo vida en la ciudad de la época.
Aún así, el juego resulta divertido de jugar. Es lo suficientemente sencillo de reglas (aprendiendo a leer la iconografía, no es casi necesario explicar las acciones) pero luego para conseguir esos resultados óptimos que buscamos hay que darle al coco y pensar bien qué queremos hacer cada turno. Parece (llevo solo una partida) generoso a la hora de dar puntos, por lo que ofrece un alto grado de satisfacción ya desde el primer turno y cuenta con alguna mecánica muy divertida o gratificante como la del tintero que movemos en nuestro tablero personal y que activará diferentes acciones dependiendo de como lo hayamos configurado. A nivel visual también es una locura porque todos somos seres sensibles al arte. Menos el tonto que viene a tu mesa a decirte que no te tiene que gustar tu juego.





