Sushine es para mi otra de esas películas perfectas. De lo mejor que te puedes tirar a la cara si quieres un poquito de ciencia-ficción (o incluso terror espacial) una tarde tonta. No suelo ser de hacer rankings, pero si lo hiciera, es una cinta que no sólo aparecería; estaría muy bien posicionada. No hay nada en Sunshine que no me vuelva loco. Y eso hace que sea muy difícil hablar de ella. Bueno, hablar es muy fácil, pero hacerlo largo y tendido y desarrollando me resulta más complicado, porque no poseo un debate interno sobre la película. Con Sunshine en mi mente todo es engorilamiento puro.
A ver, que no se me entienda mal, es una película que me enamora por cuestión de filias personales. Pero se trata de una obra que se defiende sola y cuyos méritos propios son fáciles de enumerar y explicar. Pero me gusta que este ratito que compartimos sea un lugar para la reflexión, y cuando me encuentro tan polarizado, como previamente decía, no me resulta sencillo generar un discurso que no sea blanco o negro (blanco nuclear en este caso, pun intended).
Pero también he descubierto que al igual que con algunas películas, la cosa no va tanto de comprender como de dejarse llevar; vamos a probar a realizar el mismo ejercicio hoy aquí y a ver a dónde nos lleva el tren del pensamiento (mala metáfora porque el tren va siempre por el mismo sitio porque corre sobre vías que… bueno, ya me entiendes, José Luis). Es verdad que a mi todo lo que sea espacio y naves espaciales me la pone como el cerrojo de un penal. Usemos este punto de partida tan poco grácil para arrancar nuestro camino al Sol en busca de una reflexión medianamente profunda de las virtudes de Sunshine.

Bienvenidos, al Icarus II
La premisa es bien sencilla, apuntalada fuertemente en el cine de catástrofes y con una suspensión de la incredulidad requerida para el espectador que a lo mejor puede ser un poco alta para los estándares de la década en la que nos encontramos (la película es de 2007, y nada más que hay que verle la cara a Michelle Yeoh para sentirse muy mayor de repente). El caso es que porque patata el Sol se está muriendo, y como ahora todos entendemos de física pero antes no tanto, pues en vez de que el sol pase de ser una enana amarilla a convertirse en una gigante roja (venga, que esto es de primero de cencia en Youtube) pos en este caso anda como desganado y la luz ya no llega bien.
La solución: pegarle un petardazo nuclear a ver si se anima. Pero con la madre de todas las bombas. Nos gastamos todo lo que hay en la Tierra para hacer bombas nucleares y nos da para hacer dos. No te digo más. Y para eso se monta una nave escudo especial que la va a llevar hasta el mismísimo solecito. Pero algo sale mal y la nave no llega, así que se monta una segunda misión EXACTAMENTE IGUAL que la primera para ver si ahora suena la flauta. Que me río mucho porque suena todo un poco absurdo, pero que me da igual, que tu cruzas esta puerta y hay diosito el viaje que te vas a meter.
Asumidas ciertas cosas que dan absolutamente igual, empieza el deleite. Hablamos de una película escrita por Danny Boile y guionizada por Alex Garland. Un dúo que ya nos habían maravillado con La Playa y 28 días después. Y en el caso de Sunshine no es baladí esta dupla, ya que nos encontramos con un guion de acero (recordando a los presentes que guion no es trama, si no estructura narrativa) donde en la hora y tres cuartos que dura la película, no queda una rendija por la que se pueda escapar nuestra atención lejos de la pantalla. Toda la acción está medida al milímetro. Y lo que es mejor, dirigida y montada de forma espectacular. Danny Boyle sabe dónde colocar la cámara en cada momento y sumado a esto, cómo cortar cada plano para que el ritmo te agarre por el cuello desde el inicio y no te suelte hasta el final.

Esto es una escuela de calor.
La película hace muchísimo con muy poco. El reparto, que no es estelar, aunque muy solvente, nos deja unas interpretaciones magistrales. Y aunque la película tiene alguno de esos momentos de «yo creo que esto que vais a hacer no es buena idea»; en todo momento comprendes por qué cada uno de los presentes en la nave hace lo que hace en todo momento. Respetas sus decisiones aún cuando no empatices con todos ellos. Y tenemos que hablar de la nave, porque es la otra gran protagonista de la obra.
El hecho de acercarse al sol en línea recta, plantea una serie de retos de ingeniería (fantástica) para que la misión no se convierta en una gran bola de fuego. Por lo que el diseño de la nave está cuidado en sumo detalle, aportando trascendencia y relevancia a la historia y los acontecimientos que se van sucediendo. La Icarus es un personaje más de la película, y de nuevo está hecha con relativo poco presupuesto (no olvidemos que no se trata de una superproducción Hollywoodiense). La banda sonora de John Murphy y Underworld (a estos últimos he tenido que buscarlos, tampoco voy a mentir) cuenta con gran personalidad y aunque no son temas que te pondrías a escuchar en el coche, empastan toda la narración de forma muy efectiva.
Sunshine es de esas películas de otra época, pero que sigue funcionando como un cañón (de los de los piratas, de los de bola gorda) a día de hoy. A la que te acercas por primera vez sin pretensión ninguna, porque no hay una campaña de marketing muchimillonaria detrás, y que te sorprende por su buen hacer (algo muy propio del cine de Boyle, al menos hasta que ganó el Oscar) y por su intensidad bien medida. Para mi, uno de los mejores exponentes de su género y una de mis películas favoritas de todos los tiempos. Sin duda la mejor de su director, pero yo que sabré, yo sólo escribo aquí.




