Hoy me voy a meter en un jardín. Me voy a meter en un jardín en el que no debería, estando como estamos en 2025. Porque Instinto Básico es una película tremendamente notoria. Pero claro, yo soy tontísimo, y el motivo por el que todo el mundo la conoce, la haya visto o no es uno y muy definido (aunque realmente se ve de forma fugaz) y no es otro que el parrús de Sharon Stone. Y claro, viendo el nivel intelectual de este que les escribe pues decir cosas como que «Sharon Stone está tremenda en pantalla» o que «Sharon Stone se come a Michael Douglas en cada escena»…

El nivel está por los suelos, si tampoco es cuestión de hacer ver como que la realidad es otra. Pero la película fue polémica en su momento por unos motivos. Y sospecho que de hablar más de ella en la actualidad podría llegar a serlo por otros muy diferentes. Y claro, es que: «chistes de tetas»… Estoy a nada de empezar a hacer humor con homosexuales y gangosos como me descuide lo más mínimo, que por lo que sea no son relevantes pese a que alguno pueda pensarlo. Eso, y que sería ser tremendamente injusto con una cinta que tiene mucho que ofrecer detrás de una pátina de sexo, que por otra parte, ya quisieran muchos y muchas, también lo digo.

Instinto Básico es un thriller erótico. Que como su propio nombre indica, combina suspense, crimen y erotismo. Vamos, el suspense de toda la vida pero con su puntito golfete, que a nadie le amarga un dulce. Iba a poner ejemplos del género pero es que sólo se me vienen a la mente películas muy buenas como Juegos Salvajes, Atracción fatal, O la mano que mece la cuna… Y es que con la definición dada por el tonto que les escribe, uno pensaría que efectivamente el género consiste en hacer lo de amagarse pero con cadáveres de por medio (esto cada vez está quedando más turbio).

Os juro que apenas se ve nada realmente, sin embargo, esta escena ha quedado inmortalizada en el imaginario colectivo…

¡El paquete! ¿Dónde está el paquete?

Vamos a ver que no me centro. La gracia del thriller erótico viene de convertir lo de darse matraca, en parte del misterio. El crimen, la manipulación, el suspense, venía directamente marcado por la tensión sexual (resuelta o no) de los implicados en la trama. No es que Instinto Básico fuera la primera película en plantear el suspense de esta forma, ya se había tonteado con la idea (aunque sin ser explicito) en cintas como Perdición (pero claro, eran los años 40) y quizás de forma más clara en Fuego en el cuerpo. Pero sin duda la cinta de Paul Verhoeven fue la más popular del momento en explotar la fórmula con una intensidad nunca antes vista.

Podemos hablar mucho de la icónica escena del interrogatorio y el cruce de piernas. Que si empoderamiento femenino, que si machismo encubierto. Por su crudeza obviamente es una escena grabada a fuego en la retina de todo aquel que la ve. Pero hay mucho más detrás, no sólo por la insuperable puesta en escena de la secuencia (y en general de toda la película), si no por las interpretaciones de los miembros del reparto. Todos recordamos un chumino, pero olvidamos rápidamente que durante toda la secuencia es una única mujer la que domina a seis hombres armados únicamente con su presencia y su savoir fare (no se puede dejar a los franceses fuera hablando de estos temas). El chumino al aire es el sello final de una misiva completamente destructora con los convencionalismos de la época.

La película entera la sostiene Sharon Stone sobre sus hombros (eso sí, sin bragas ni sujetador) y aún tiene tiempo para merendarse al resto del reparto con patatas. Su interpretación está a tal nivel que nunca (ni siquiera en los momentos más calientes) sabes si su personaje está diciendo la verdad o está mintiendo. Lo fácil sería dudar de ella en todo momento, pero hemos aprendido que las buenas mentiras son aquellas que se construyen sobre medias verdades. Esta película, por interesante que resulte su trama, y calenturientas que puedan ser sus escenas de cama, no hubiera funcionado sin el papelón que se marca (y no perdamos de vista que venía del mundo de la moda, y que previo a esta película lo más destacable que había hecho eran papeles en películas como Desafío Total, Loca Academia de Policía 4 o Las Minas del Rey Salomón.

Te gustará si eres de los que ve las películas por la «trama»…

Una vieja y un viejo van pa Albacete, van pa Albacete…

El resto del reparto hace lo que puede, y más o menos le aguanta el tipo. Incluso el pobre Michael Douglas que no sabe ni por donde le sopla el aire cuando sale por la puerta. Y esa es la maravilla de esta cinta. La subversión del género. El detective superdotado (tanto mental como físicamente) que sólo se fía de su instinto y además siempre consigue a la chica; aquí queda transformado en una mosquita que aletea débilmente en la telaraña tejida con sumo cuidado por su némesis femenina. Una mujer extremadamente inteligente, manipuladora y sexualmente liberada y completamente libre de escrúpulos para conseguir lo que quiere.

Se habla mucho de que el «instinto básico» es el impulso homicida. La propia película sobrevuela sobre esa idea repetidamente. Esa fuerza interna que lleva a alguien completamente pacífico a cometer el más atroz de los crímenes dejándose llevar por un instinto primario y repentino que nadie es capaz de explicar de donde sale. No sería yo el más indicado para negar la mayor en este caso (recordemos que hemos categorizado que soy tontísimo), sin embargo, cabe destacar también que ese «instinto básico» (y por favor, recalquemos lo de básico, puestos a hacer daño, hagámoslo del todo) que es el que guía a los hombres desde el inicio de los tiempos. Esa forma de pensar en la que todo el razonamiento sale de la entrepierna y de unos huevos redondos, grandes y hermosos que deben ser puestos siempre encima de la mesa para sobrecogimiento de los que rodean al macho, y que lo convierten precisamente en eso, lo más básico y fácilmente manipulable de la existencia.

Para mi sorpresa, Instinto Básico sigue funcionando maravillosamente bien a día de hoy. Sus escenas de sexo no han perdido la más mínima fuerza y no sólo por calenturientas, destilan tensión en cada mirada, en cada roce, en cada empellón. Su trama, que sobre todo años después puede parecer extremadamente obvia en sus compases iniciales, tiene una profundidad más que suficiente para mantener el interés del espectador y además te lleva en volandas gracias a sus magníficas interpretaciones. Y como del final no podemos hablar para no destripar nada, sólo recordar a quien se asome a verla, que no estaría de más sentarse después a darle una pensadita con la tele apagada…

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