Que bonita es la vida cuando tienes tiempo de poder ponerte pedante. Cuando estás en ese momento dulce donde la realidad son todo posibilidades y te puedes permitir centrarte más en la forma que en el fondo. Porque todo es crecimiento personal. Todo es teórico. Y tienes respuesta para todo incluso para lo que es objetivamente irresoluble. Cuando tu peor preocupación no va más allá de con qué te vas a distraer esta tarde. Cuando consumes tanto ocio, que te puedes permitir el lujo de poder analizarlo buscando cosas que pueden estar ahí o no.
Hace un par de noches, un ejercicio de limpieza de DVDs antiguos nos llevaba en casa al revisionado de Cronos, la opera prima de Guillermo del Toro. Una cinta a la que llegué en su momento cuando la vida me dejaba perder la tarde entera en la Fnac cogiendo lo que me diera la gana de sus estanterías, ¡y encima pudiendo pagarlo a la salida! Aquellos años tan felices de ver dos, tres o incluso cuatro películas al día. Y de verlas varias veces pensando en la fotografía, el montaje o significados ocultos en el segundo término. En mi defensa, debo decir, que era lo que simultáneamente, estaba estudiando para ganarme la vida en un futuro no muy lejano.
Todo esto sin saber, que cuando empezara a trabajar, se me iba a terminar el cachondeo. El caso es que, muchos años después, en una era en la que con suerte me puedo sentar a ver una o dos películas a la semana. Y si los astros se alinean, podré verla de un tirón. Volver a una película, tan pequeñita tan de sacarle cositas curiosas (que las tiene) para validarla, tan de cineforum gafapasta… ha sido como abrir la ventana y que por un rato solo entrara un aire fresco cargado de nostalgia muy necesario.

Mejor que la mecánica. Mejor que la biología. La alquimia.
Cronos es una rara avis dentro de su género. Que así, sin darle mucha vuelta, tendría que decir que es el de terror. Nos encontramos ante una película de vampiros, de esas que «no van de vampiros». Ya con el propio título, uno piensa más en el concepto de tiempo por algún motivo que sólo los más avispados conocerán. Creo que la mayoría sabemos que viene del griego y se asocia al concepto de tiempo porque había un titán y tal… Pero además, toda la trama gira en torno a un extraño artefacto mecánico, así que uno se pregunta si estamos ante el mito vampírico, donde se encuentran los colmillos, el ajo y las estacas de madera.
Lo que si hay en Cronos es sangre. Y es la protagonista de algunas de las escenas más potentes de la película. No suelo entrar en destripes de ningún tipo en mis reflexiones y no lo voy a hacer ahora. Pero voy a dar un par de datos evocadores totalmente faltos de contexto para quien no la haya visto aún, pero que aquel que haya pasado por la experiencia, recordará como si la estuviera viendo aún. Esas gotas de sangre en el suelo, esa mirada de desesperación de Federico Luppi, esas implicaciones no verbalizadas.
En ningún momento se dice, pero efectivamente hablamos de inmortalidad y hablamos de vampirismo. Y aquí reside la genialidad que hace a Cronos una película muy estimable de ver incluso en nuestros días. La reinterpretación que hace de un mito conocido por todos incorporando elementos que lo transforman en algo realmente nuevo e innovador. Luego, inevitablemente se ven las costuras de una opera prima. Es una obra de presupuesto muy escaso y aspiraciones modestas. Pero ya se aprecian muchos de los elementos estéticos y narrativos que convierten a Del Toro en un maestro del fantástico.

Ángel. Empresas De la Guardia. No es sutil, no.
Y ojo, que como en casi toda la filmografía de Guillermo, contamos con la presencia de Ron Perlman haciendo el poco disimulado papel de Ángel De la Guardia, el antagonista de la cinta. Un matón acosado por su muchimillonario tío que está dispuesto a dilapidar la fortuna que Ángel espera heredar a cambio de conseguir burlar a la muerte que le acecha a la vuelta de la esquina. Perlman ayuda mucho a sostener la película, sobre todo en el tercer acto, el más flojo de todos, pero que esto no espante a nadie. Acercarse a la obra con un poco de perspectiva y curiosidad la hace bastante disfrutable incluso para los estándares actuales.
Eso si, que nadie se espere casquería desenfrenada o grandes efectos. Aquí estamos ante la vieja escuela. Mucho látex y maquillaje. Pero como siempre, cuando se narran correctamente las cosas, nunca llegamos a salirnos del todo de la narración incluso cuando algo no acaba de cuadrarnos (lo que pasa es que nos sentimos muy inteligentes cuando salimos por la puerta y lo primero que hacemos es dejarnos notar indicando todo lo que hemos identificado que los demás no, ¿eh, José Luis?
Cronos es una película lenta, que insinúa pero no acaba de enseñar. Que defiende una idea original a capa y espada y la ejecuta con una factura humilde pero honesta. Bien interpretada y que sabe cuales son sus puntos fuertes y espera al momento adecuado para utilizarlos. No revoluciona nada, no cambia la vida de nadie. Por eso es una película hoy día tapada bajo montañas de entretenimiento. Es una de esas películas que para verlas, viene bien ponerse un poquito pedante y entrar en el juego de «analizarla». Diversión con vampiros, hay mucha y muy buena, si te acercas a Cronos que sea para buscar algo diferente.




