La psicohistoria. Según Asimov, sería la ciencia avanzada que combinando matemáticas, estadística, sociología e historia, podría predecir con gran precisión el comportamiento colectivo de enormes poblaciones humanas. Algo muy práctico para el largo plazo, pero inútil a nivel individual ya que no puede anticipar acciones particulares, únicamente tendencias sociales a gran escala y prever la evolución de civilizaciones enteras. Algo con lo que todos estaremos de acuerdo: mola muchísimo más que la historia a secas.

En torno a esta ciencia ficticia inventada por el propio Asimov, se articula toda su saga de novelas de la Fundación. Dando enormes saltos vemos como el futuro predicho por la psicohistoria de Hari Sheldon, se va cumpliendo punto por punto, a pesar de los esfuerzos individuales de individuos prominentes por evitarlo. Casi como si se tratara de una suerte de profecía auto cumplida. Un concepto muy interesante, que funciona además magníficamente en el entorno del lenguaje literario. Donde podemos dar saltos de cientos de años entre episodio y episodio y renovar al completo el plantel protagonista.

Sin embargo, se trata de un formato muy arriesgado para televisión. No podemos cambiar la totalidad del cast de una serie cada temporada. Probablemente no sería algo completamente imposible, pero al tratarse de un lenguaje diferente, los espectadores necesitan un pequeño grupo de protagonistas a los que aferrarse temporada tras temporada. Es por esto que para su adaptación televisiva, la Fundación de AppleTV ha tenido que hacer encaje de bolillos para conservar al menos un par de personajes principales capaces de soportar el paso del tiempo: el propio Hari Sheldon y un pequeñito personaje secundario de la primera novela, Gaal Dornick.

Los tres Cleones están impresionantes en esta temporada. Desgraciadamente uno de ellos sólo mariposeará para que sus acciones sean relevantes en la cuarta temporada…

Un Cleón, Dos Cleones, Tres Cleones…

En el lado de los antagonistas. Para reflejar a ese Imperio avocado al ostracismo y la oscuridad que llegará inevitablemente; los guionistas han desarrollado una de las ideas más interesantes de la serie: La Dinastía Cleónica. Así, no solo podemos argumentar la pervivencia de otra serie de personajes familiares como Despunte, Día y Ocaso; también introducimos a Lady Demerzel que será fundamental conforme más avance la trama. Una prueba sustancial de que adaptar fielmente no es calcar la narración de un formato a otro, si no adaptarlo (destilando su esencia, algo tremendamente complejo) a las posibilidades del nuevo medio y aportando algo nuevo en este proceso de transmutación.

Una fórmula que ha funcionado maravillosamente bien en su primera temporada, en la que se adaptaba principalmente la primera novela de la serie, de título homónimo. La incorporación de los nuevos elementos resultaba tremendamente fresca y el visionado, episodio tras episodio, dinámico y emocionante. La segunda temporada mantenía dignamente el tipo. Se presentaba una nueva crisis predicha por Sheldon, y siempre es placentero ver como los engranajes giran lentamente para llegar inevitablemente a ese lugar. Sin embargo, hay algo que no termina de estar en el lugar correcto en esta temporada.

La premisa es la misma. Pero ahora, contamos con un evento singular en la figura del Mulo. Una suerte de mutante con poderes psíquicos capaz de domeñar a su voluntad a planetas enteros. Una figura peculiar completamente fuera de las predicciones de la psicohistoria. Llega el momento de improvisar un nuevo plan. Sin embargo. Aunque se presenta nuevas ideas tremendamente interesantes. Y los personajes (tanto antiguos como recientes) están tremendamente bien construidos. Hay algo que no acaba de funcionar. La trama avanza como si se esforzara por correr debajo del agua, haciendo grandes esfuerzos, pero avanzando muy lentamente. Intentemos desglosar esto un poco sin incurrir en destripes de ningún tipo.

La Crisis del Mulo no funcionaba en la novela… y no mejora demasiado en esta temporada. Se agradecen los esfuerzos por hacerla al menos algo original y refrescante, incluso para los que ya la hemos leído…

Bien está, lo que bien.

Por favor. Vuelve a leer el encabezado de esta sección. Ahora, si no es demasiado esfuerzo (son únicamente cinco palabras), hazlo una vez más. Falta algo, ¿verdad? No te preocupes. La palabra que falta, te la voy a decir en el análisis de la siguiente temporada. Así me aseguro de que vuelvas en el futuro. Desgraciadamente, debido a los lamentables hábitos de consumo que estamos generando los espectadores (y metidos en esta rueda viciosa, las productoras), ahora está cada vez más de moda no terminar las cosas. No hablo de dejar, o generar tramas abiertas para incitar tensión en nuestros cerebros, para empujarnos a la necesidad de saber, y de esta forma, quedar enganchados a un producto.

No. Fundación realiza un trabajo maravilloso a nivel de guion, incluso cuando las cosas no acaban de salir todo lo bien que esperaríamos. Y recordemos, niños y niñas, que el guion no es únicamente la historia que se cuenta. Es sobre todo una estructura sobre la que se asienta la narración. Es el armazón sobre el que se sitúan los lugares, personajes, el ritmo y todo el sentido (o la ausencia de él) de todos los acontecimientos que tienen lugar en tu mundo ficticio. Y el guion de Fundación ha demostrado ser sólido hasta en los acontecimientos más insospechados (pese a que, repito, su última temporada carezca en muchos tramos de ritmo y haya tramas completas que se pierdan en vaivenes que no aportan realmente gran cosa). Pero claro. Tenemos que asegurar el futuro (aunque el mensaje de la serie sea que todo tiene que terminar inevitablemente en algún momento).

Los personajes que ya estaban bien, ahora están tremendos. Y los que llegan nuevos, vienen pisando fuerte…

Y para asegurar este futuro, caemos en trampas baratas, como dejar que hilos narrativos completos estén paseando mirando al techo, porque son semillas plantadas para la cuarta temporada. Y sobre todo, cometemos el error garrafal de no terminar la temporada. Adoro los finales abiertos. Pero dejar una narración inacabada, sin dar desenlace a aquello planteado y desarrollado en los dos arcos anteriores… me toca bastante las pelotas. Sobre todo, porque hacer algo tan rastrero, no provoca mejores resultados. Tu puedes cerrar la trama del Mulo (el conflicto que nace y se desarrolla en el arco de este año) y luego dejar cabos sueltos o arrancar nuevas premisas. No es incompatible. Pero haciéndolo de esta forma nos quedamos más huérfanos, y empezamos a mirar el calendario. Porque no soportamos «no saber».

Porque el objetivo no es dejar poso. El objetivo no es rumiar lo que acabamos de ver. Desgranar lo visto hasta destilar unas conclusiones . Y una vez con ellas, dejarlas madurar hasta forjar una opinión sin más objetivo, que el de ser autoconscientes de lo que sentimos. Sin querer llegar a otras para destruirlas, anularlas y modificarlas, afirmándonos en el proceso y validándonos colectivamente. Pero, la cosa no funciona así (y quizás nunca ha funcionado así, sólo que ahora todo va más rápido). Buscamos ser los primeros en decir SI o NO. Y a los creadores les compensa más cortarse un dedo, porque total, me quedan nueve más y si no ya dictaré lo que tenga que dictar. Pero lo importante es que hablen de uno, aunque lo hagan mal. Y más fundamental aún, que lo hagan rápido. Porque mañana ya no seré relevante, hasta que necesite serlo de nuevo, pero entonces ya me preocuparé de la siguiente crisis… que para eso ha sido predicha…

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