Si con Beastars captaron mi atención a pesar de que el tema furro se me resistía ligeramente. Si con Trigun Stampede me conquistaron aunque me aburrió bastante (especialmente en su recta final). Lo que Studio Orange ha hecho con Leviathan en Netflix, pide ya directamente matrimonio por la iglesia y que les ponga un piso en la Gran Vía madrileña. Porque Studio Orange hace animación CGI, pero vive (inserte aquí su Dios predilecto) que podría pasar perfectamente por animación tradicional; como si fuera algo que las nuevas tecnologías tuvieran que conseguir buscando validación. Tan buenos son, que consiguen lo innecesario.
Tan buenos son. Que además para mi gusto, mejoran el material del que parten. Vaya totalmente en contra de mi intención el criticar a Paru Itagaki, Yasuhiro NIghtow o Scott Westerfeld. Soy perfectamente consciente de los méritos de su trabajo y los tengo en cuenta y valoro adecuadamente. Pero al menos en el campo estético (narrativamente tengo entendido que se es fiel al material original) el trabajo de Orange es tan superlativo, que realza y eleva el material base a cotas mucho más altas.
Dos son las claves, a mi entender, para conseguir tamaña hazaña. El primero es una dirección de arte brutal. En cualquiera de las tres series (pero vamos a ir afinando el tiro con Leviathan que es lo que hemos venido a comentar hoy) el diseño de personajes, localizaciones, vehículos o criaturas es mucho más que ejemplar. Se respeta la identidad del manga (o la novela) original y se adapta a un estilo tremendamente llamativo pero con mucha personalidad. Pero la clave reside en la animación. Uno no entiende como Orange consigue que sus personajes se muevan como se mueven. Sea captura de movimiento (el uso de actores reales para dar base a la animación de los personajes) o directamente todo trabajado a mano, todos tienen una fluidez totalmente ajena al mundo de la animación, ya sea tradicional o por ordenador.

¿Tu que eres más, de bicho o de lata?
Y eso que en esta ocasión se traicionan un poco a sí mismos añadiendo un efecto de stop-motion al trabajo realizado en Leviathan. Lo que elimina parcialmente esa fluidez. Aún así la animación es de la misma calidad que cuando no se aplica, y se nota en el tipo de movimiento. Como gesticulan, el metalenguaje de brazos o movimiento de la cabeza. Todo es de una belleza pasmosa que no he visto a nadie conseguir todavía. Luego uno podrá disfrutar más o menos de lo que se cuenta. Tener más afiliación estética con la ambientación presentada. O tener más o menos conciencia de lo que está sucediendo en pantalla a nivel técnico. Pero aunque sea inconscientemente, el ojo humano y nuestro cerebro perciben esa sutil diferencia que no tienen otros estudios de animación. Únicamente ya por eso, no puedo más que recomendar cualquiera de los trabajos de Orange, en especial este Leviathan y por supuesto, cualquier otra cosa que nos tengan reservado a futuro.
Mira que Beastars me sonaba, conozco Trigun desde adolescente, pero… ¿Por qué no había oído hablar de Leviathan hasta ahora? A mi también me pasa, José Luis. Vamos teniendo una edad, y claro, esto se publicó en nuestro país en 2010 en la editorial Montena. No voy de marisabidillo, acabo de descubrir que es una editorial especializada en literatura juvenil. Y claro, ya vamos teniendo una edad José Luis, y las novelas para adolescentes se nos quedan un poco fuera de espectro. Y como hasta ahora no habían contado con una adaptación audiovisual… pues completamente fuera del radar. Y es una pena, porque ya sólo el planteamiento es tremendamente interesante.
Nos encontramos en los años de la Primera Guerra Mundial. Pero en esta ocasión, el mundo está dividido entre darwinistas y clankers. Los primeros, entre los que se encuentran Francia, Rusia o el Reino Unido; son países que utilizan el trabajo de Charles Darwin y sus descendientes, para crear criaturas que suplan las funciones de la tecnología: babosas soldadoras, murcielagos bombas, lagartijas que hagan la función de mensajería grabada, ballenas voladoras como zepelines o monitos calculadora. Enfrentados a ellos están países como Alemania o el Imperio Austro-Húngaro (volvemos a encontrarnos, Berlanga) que consideran a los darwinistas unos bárbaros y aberraciones a sus criaturas. Así que han desarrollado tecnología muy superior a la de la época con mechas, tanques anfibios o cañones de energía voltaica. Todo muy steampunk que siempre es bien.

Juventud, machismo y Joe Hisaishi
Porque, ¿os he dicho ya que el tema principal de la serie es de Joe Hisaishi? Seguro que le recuerdan por trabajos previos componiendo música para maravillas de Studio Ghibli como Mi vecino Totoro, Porco Rosso, La Princesa Mononoke o El viaje de Chihiro. Y claro, me pones el temita de Leviathan de fondo. Y la ballena volando… Y es todo tan bonito… Pues que se te va haciendo el culo pesicola… Pero no olvidemos que bajo toda esa capa gorda de maravilla estética, se esconde también una trama muy interesante.
Si bien se nota su origen como novela juvenil (interés amoroso mediante), no es óbice para que no se traten temas más interesantes para el posible espectador adulto. Contamos con el más obvio, que va de la mano de las motivaciones detrás del conflicto que sacudió por primera vez al mundo entero. Pero también se analizan cuestiones como el machismo (uno de nuestros protagonistas es una chica que se hace pasar por muchacho para poder alistarse como aviadora), la lucha de clases (el otro es de la realeza y se ve obligado a convivir con el pueblo llano descubriendo así la brecha que le separa de ellos y sus inquietudes), el derecho de autodeterminación… Y con roboces, que es lo que le da calidad a la película.
Es verdad que probablemente Leviathan sea más el cómo se cuenta que lo qué se cuenta propiamente. Pero aún así la trama es lo suficientemente interesante (recorriendo medio mundo en mitad de la guerra) como para que merezca la pena prestar atención a lo que sucede en pantalla. Y no puedo repetir lo suficiente lo maravilloso que es el envoltorio en el que se nos ofrece a nivel estético y visual. Por lo que un producto decente ya se eleva a niveles muy superiores resultando en una obra más que recomendable en la que invertir nuestro tiempo. Se ventilan las tres novelas en una temporada de doce episodios de veinte minutos de duración. Una tarde tonta. Yo creo, que más… no se puede pedir.




