Mira que se intenta. Que en estas páginas el enfoque es constructivo. Hacer una obra cultural; ya sea un libro, serie, cómic, película o videojuego implica una inversión tremenda de tiempo, esfuerzo y dinero por parte de sus creadores (que además suele ser un trabajo colectivo con el pan de muchas familias en juego). Intentar reducir una opinión a una frase o un tweet es tan irresponsable como lamentable. Poner un titular buscando el clickbait para luego poner a caer de un burro el trabajo de los demás desde nuestro pedestal resguardado por palmeros, sabiendo que no sólo es de una tremenda bajeza moral, si no que alimenta un sistema del que tarde o temprano seremos víctimas también.
Yo mismo desde que decidí ser fiel a mi mismo y a mis principios me encuentro ante la tesitura de escribir buscando el crecimiento de la página; o de ser honesto conmigo mismo y con mis lectores, aunque esos lectores se puedan contar literalmente con los dedos de las manos y prácticamente todos sean amigos o conocidos cercanos. Pero al final todo se reduce a eso, o vender tu alma por un like (haciendo el daño que decidas hacer por el camino) o ser honesto, para empezar, contigo mismo.
Y eso no quiere decir que por ser positivo o constructivo todo tenga que gustarte. No quiere decir que tengas que pasar por un aro de buen rollismo en el que todo vale. Pero desde luego, uno no tiene que «perdonarle» nada a las películas o series para poder hablar bien de ellas. Las obras de ficción no son una afrenta a nuestros ideales más básicos con las que debamos ser vehementes como si ostentáramos la corona del buen gusto y fuéramos portadores de la verdad absoluta.

A ver, que no esta mal, pero…
Que no voy a engañar a nadie, y menos a mi mismo. IronHeart se me ha hecho bola. De estas cosas que te las tienes que ver de pie apoyado en la tele para no dormirte. Y tiene sus cosas buenas (es que, no se me ocurre casi nada que no tenga algo aprovechable; esto como con los cochinos). Hay buenos mimbres: un buen reparto, una premisa interesante, un girito con la magia que apuntaba maneras, un villano de estos cutres de manual pero con mucho potencial para contar algo chulo. Sin embargo, pese a ser una receta con muy buenos ingredientes comprados en el mejor mercado. La combinación resultante es bastante insípida.
Soy de esos que defienden que un viaje de seis horas (como ocurre en este caso) no debería estar determinado por su final. Los seres humanos, como espectadores, somos muy pobres de miras cuando juzgamos una obra por su última media hora. ¿Cuántas veces hemos escuchado eso de «la peli no está mal, pero es que vaya mierda de final? ¿O aquello de «que buena es tal serie o tal videojuego, porque no veas el final que tiene»? Es como ir a un restaurante y valorar la totalidad de los platos únicamente por el café o el postre, por continuar con el símil culinario.
Supongo que un sociólogo o un antropólogo podrán explicar por qué se produce este fenómeno. Y pese a los intentos de autocrítica, incluso yo, que ando esquivándolo por todos los medios a mi disposición, caigo inevitablemente en esa trampa. Aunque en mi favor debo reiterar que la serie no me estaba gustando de entrada, lo de su final clama al cielo. Sería uno de los peores finales que he visto últimamente en una serie de televisión… si IronHeart tuviera algún tipo de final. Pero es que no tiene ninguno. De repente el capítulo seis termina, y se termina todo. Pero uno se queda mirando la pantalla y diciendo… algo más habrá que contar, ¿no? Yo que se, Clint, ciérrame alguna trama o algo, por favor…

Iba a algún sitio, y de repente ya no…
De verdad que no quiero juzgar toda la serie por su final (su ausencia de él, más bien); pero realmente es algo que tenemos que empezar a hacérnoslo mirar. Puedo entender (aunque no estar de acuerdo) en que vivimos en la era del cliffhanger de dejarlo todo abierto para generar ansiedad y FOMO buscando el retorno de la clientela a toda costa. Me puede repatear más o menos, pero entiendo la necesidad de buscar la atención del espectador en un mercado cada vez más agresivo y competitivo. Pero, amiguitos y amiguitas, las cosas han tenido siempre una estructura, no para hacer las delicias de los tarados con divergencias mentales que encuentran solaz en el orden y el concierto.
Las historias tienen actos narrativos, porque es como funcionan cuando se construyen. Porque nada es porque si, aún cuando lo es. Porque nuestros cerebros funcionan de determinada manera y hay ciertos patrones que activan ciertos mecanismos de reacción. No lo digo yo. Da igual que me guste más o menos. Es así. Incluso cuando nos saltamos esas normas, con determinada intención, provocamos respuestas cerebrales determinadas. Pero cuando las cosas ocurren porque si. Cuando se hacen mal. Algo chirría en lo más profundo de nuestro ser. Y es lo que le sucede a IronHeart. No es únicamente la ausencia de arco de desenlace. Es que Riri entra por el primer episodio de la serie y sale por el último sin evolucionar lo más mínimo.
Mientras que el resto de los personajes si que sufren algún tipo de cambio, que los hace avanzar y ser mejores personas (o inteligencias artificiales), Riri sigue inamovible como la buena ingeniera que es (que me perdonen los ingenieros que lean esto; si es que sois alguno de los 9 que leen esta web). Ante el conflicto. Ante la introducción del drama en su vida; que es lo que transforma a cualquier personaje en algo diferente a lo que era cuando la aventura empieza. Ante el catalizador del cambio. Ririr es la única de toda la puta serie que no transmuta lo más mínimo. Y ante eso, da igual los buenos mimbres que tengas, no vas a conseguir que funcionen. Si le sumas alguna cosilla más que no acaba de funcionar, como mucho secundario con poca chicha que rascar, y el que tiene algo más de miga, hace justo lo contrario que la protagonista; cambiando de la noche a la mañana de forma bastante maniquea… Bueno, a veces las cosas salen bien, y otras, pues no tanto…




