Continuamos nuestro viaje por la maravillosa Dragon Ball siguiendo la deliciosa edición Legend que se está publicando en nuestro país en tres espectaculares cofres. Si los adjetivos maravilloso, delicioso y espectacular no definen ya mi opinión sobre la edición y el manga de Akira Toriyama, lo mismo estoy teniendo algún problema para expresarme con fluidez. Si el volumen anterior nos llevaba a la búsqueda de las bolas de dragón que daba nombre a la serie, en este segundo hacemos una pausa durante varios episodios para atacar el segundo pilar que compone el ADN de la serie: los entrenamientos y los combates para dirimir quién es el más fuerte.
Ya hemos dicho que Goku es un personaje de corazón bondadoso, cerebro escaso y una fuerza descomunal. Estos (de nuevo tres) elementos se combinan para dar con alguien que siempre está deseando medirse contra otros luchadores, por la simple y pura diversión de ver quién es el mejor. Sin que haya nada más en juego (como dentro de poco ocurrirá con el destino de la Tierra para ya no volver atrás a esa inocencia). No se me ocurre mejor ejemplo para ilustrar la definición de la palabra «deportividad». De esta manera, acompañaremos a Goku en su viaje al encuentro de Kame Sennin (Duende Tortuga) para entrenarse, conoceremos a dos personajes que robarán nuestros corazones como son Lunch y Krilin y disfrutaremos con combates de lo más delirantes en el torneo.
Sigo defendiendo que en estos volúmenes todavía encontramos esa magia tan propia de Toriyama. Con su humor absurdo, su (lamentablemente, porque hemos evolucionado como sociedad con el paso de los años) humor escatológico y machista (y se que está mal, pero no puedo evitar reírme ante tonterías como que el viejo verde se emocione porque Goku le ha traído una chica que no lleva bragas, solo una camiseta y resulte ser una sirena). Pero sobre todo, su inocencia y su falta de pretensiones. Una falta de autoconciencia que poco a poco se irá diluyendo en favor de la espectacularidad y el «cada vez más y más grande» que si bien no le hace ningún daño a la serie, si que la aleja de su corazón y la convierte en algo, quizás más genérico, si se me permite un uso muy libre del término.

En esta vida hay que ser ordenado.
Esta es otra de las maravillas de la edición Legend de Dragon Ball. Cada tomo, o pareja de tomos, dependiendo de la duración de los mismos; comprende un único arco. Eso quiere decir que, por citar los dos que ya llevamos leídos. Uno abre y termina cada libro con un planteamiento, nudo y desenlace bien definidos. Esto no sólo dota a cada volumen de una entidad propia (aunque la extensión en numero de páginas difiera notablemente entre uno y otro) y hace que adquiera un peso que habitualmente se diluye en los tomos de una serie regular más homogénea; también permite la consulta de cada etapa por separado con enorme comodidad.
Recordemos que había mucho miedo por la calidad del papel, ya que la edición imita a la revista Shonen Jump japonesa que utiliza papel de muy mala calidad puesto que está enfocada a una vida de usar y tirar. Lectura para pasar el rato en el metro y luego a otra cosa. Sin embargo, conforme voy leyendo más tomos de Dragon Ball Legend no puedo estar más contento. En general la totalidad del tomo está impresa en un papel poroso con el suficiente gramaje como para que no transparente si no lo acercamos a una fuente de luz trasera (y hablamos de blanco y negro, que suele ser más propicio a la transparencia). El tamaño ampliado hace que el dibujo de Toriyama nos deslumbre, especialmente las páginas en bitono anaranjado. Los insertos en color si que cuentan con un papel estucado un pelín mas fino de lo deseado, pero son pocas páginas y cumplen su función.
De hecho, en este segundo volumen se echa en falta algún tipo de extra como si que vimos en el primero. Únicamente contamos con un precioso poster y todas las portadillas, eso si; muchas de las cuales se habían perdido o no habían llegado a nuestro país. Es cierto que las tapas son de poco gramaje, y hubiera sido preferible que tuvieran algo más de contundencia. Este tomo realizó un viaje de una jornada en mi mochila, con lectura en tren, y es verdad que sufría especialmente al sacarlo y meterlo de la bolsa por miedo a dañar las esquinas. Pero no es nada dramático y cuidándolo ligeramente no creo que haya que lamentar ningún drama.

¿Mutenroshi o Jackie Chun?
Centrándonos ya en la etapa de la historia que nos ocupa. Nos encontramos ante una saga (ligeramente más extensa que la anterior) con un humor delirante (los propios personajes recuerdan en algún momento que Dragon Ball es un manga de humor, rompiendo la cuarta pared y recordando que lo mismo algún personaje está demasiado serio en un mundo tan divertido) y que podemos delimitar en cuatro etapas más o menos bien diferenciadas. Dos pertenecientes al entrenamiento con el Duende Tortuga y dos al propio Torneo de Artes Marciales (que en su momento no sabíamos que se llamaba Tenkaichi Budôkai).
Empezamos con la llegada de Goku a la isla de la Kame House (icono indudable de la marca). Su primera prueba será conseguir que el Maestro lo acepte como estudiante, algo que también deberá conseguir Krilin. Esta parte es la que peor ha envejecido, cargada de chistes picantes y machistas (con los que reconozco, que me siento muy culpable cada vez que me arrancan una sonrisa), pero que nos deja a su vez momentos delirantes y la aparición de la fantástica Lunch, una curiosa chica de carácter adorable y pelo moreno que al estornudar se transforma en un terremoto de ultra violencia (con ametralladora incluida) de pelo rubio. Una suerte de Dr. Jekyll & Mr. Hyde o de Banner/Hulk toriyamesca.
El entrenamiento en si mismo me parece tremendamente divertido. Sobre todo, porque cuando se exponen «reglas» en una obra de ficción, las encontramos tremendamente fundamentales y nos adherimos a ellas con una voluntad férrea que nos llevaría a cumplirlas de estar en el papel de los protagonistas. Goku y Krilin no darán una sola patada ni un miserable puñetazo durante su entrenamiento. A cambio, repartirán leche, trabajarán en la construcción, dormirán la siesta, correrán, nadarán, esquivarán avispas… todo con un caparazón de tortuga que no deben de quitarse ni para dormir, pues cuando todo termina y lo hacen, quedan sorprendidos de los resultados obtenidos.

El torneo se divide en las dos partes que quedan. Los preliminares, que debido a la gravedad que todo adquiere luego, se ignorarán cada vez más (en un futuro será una máquina la que decida quienes pasan a la final en una criba, que contando siempre con los mismos personajes super poderosos no tiene ningún sentido ya). Pero aquí todavía contamos, como decíamos antes, con mucha inocencia y tremenda imaginación por parte de Akira Toriyama, por lo que resultan tan interesantes o más como los combates de la final. Eso si, los enfrentamientos entre los últimos ocho luchadores son la guinda a un pastel delicioso del primer bocado a último.
Si en un futuro, inevitablemente contaremos con 8 recurrentes. En este primer torneo a Toriyama le toca inventarse a la mitad de los contendientes. Un monstruo con aspecto de dinosaurio, un eremita con pinta de faquir, una chica mona capaz de usar tácticas femeninas en el combate (sigh) o un señor que no se ha lavado en su vida. Cada prueba ofrece situaciones delirantes que de nuevo dan prioridad al humor sobre la espectacularidad. A pesar de que los últimos momentos sean realmente tensos. Soy un gran amante de Dragon Ball Z, pero por favor, nunca, nunca, nuca, olvidemos de donde provienen Goku y sus amigos. Y de que su objetivo en la vida, era pasarlo bien probándose a sí mismos e intentando mejorar todo lo posible.





