Seguimos con la aventura del club de cómic local y estamos muy cerquita de nuestro primer cumpleaños con este proyecto. Y, ¿qué decir de Providence de Alan Moore y Jacen Burrows? La obra seleccionada para este mes. Porque se puede hablar muchísimo sobre esta obra, pero ya con el título de este análisis parece que no queda mucho margen ya para la aclaración.

Pero luego rescatamos la analogía con la obra magna superheroica de Moore y antes pongamos a Providence un poco en contexto. Ya que realmente se trata de un conjunto de tres obras estrechamente ligadas entre si, y que realmente por separado, poseen poco sentido trascendental en una obra que pretende trascender en más de un aspecto. Algo curioso porque empieza como algo mucho más modesto, con Alan Moore de vuelta de su retiro del mundo del cómic, decide realizar un pequeño relato llamado El Patio como homenaje al horro cósmico de H.P. Lovecraft. Si tenía más ideas al respecto en la cabeza o supo aprovechar las oportunidades que se presentaron posteriormente para cerrar el círculo, es algo que solo su cabeza de genio conoce.

Pasarían al menos siete años más hasta que el autor, bajo el mismo sello editorial, decide desarrollar una secuela denominada Neonomicon. Ampliando los conceptos planteados sucintamente en El Patio pero simultáneamente dejando plantadas numerosas semillas (estelares, probablemente) a la espera de poder rematar la jugada en una obra posterior que llegaría cuatro años después con los doce episodios de Providence. Como comentaba, si todo esto era una obra magna pensada desde el inicio y que la industria obligó a que saliera fragmentada, o si la genialidad de Moore (indudablemente) es tal que le ha permitido redondear de semejante manera la historia de estos tres títulos para que conformen un todo único e indisoluble es algo que probablemente no sepamos nunca de verdad, pero no por ello resulta algo menos obvio tras su lectura.

Hay que ser muy bueno para cumplir las exigencias de alguien como Moore, pero en los primeros relatos, el margen de mejoría de Burrows es amplio…

Alan Moore gritándole a una nube.

Cosa que hace cada cierto tiempo. Sale de su casa en la montaña. Agita el puño airado y pone la industria del comic a caer de un burro para luego volver a recluirse otros cuantos años. Pero claro, entre berrinche y berrinche nos ofrece cosas como esta Providence (que es como vamos a denominar a la trilogía para simplificar). Y claro, pues toca aguantarle la pelotera, porque ya son pocas (o inexistentes) las veces que el maestro ha fallado al guion de sus tebeos, y se le perdona todo de momento.

Y empezaba comparando Providence con Watchmen en un alarde de originalidad inexistente puesto que incluso la propia obra de terror que nos ocupa se ha vendido bajo ese eslogan de marketing. Pero es que no por ello resulta ser menos cierto. En su momento tuve en mis manos El Patio y tengo que decir que no me gustó nada. No recuerdo si lo leí en inglés, por lo que mi aversión quedaría totalmente justificada, ya que léase usted a Moore en inglés si tiene narices y no es bilingüe (hay pozos llenos con las lágrimas de sus traductores, Yog-Sothoth, los tenga en su gloria). Pero es que el dibujo de Jacen Burrows en esta obra de dos capítulos también me resultó extremadamente insípida.

No soy un gran fan de los Mitos de Cthulhu. Intento matizar. Me gusta mucho toda la cosmología desarrollada por Lovecraft y sus colegas. Pero he de reconocer que me encuentro en una tierra extraña al no haber leído mucho de su obra original (quizás La Llamada de Cthulhu, El Modelo de Pickman y algún relato adicional; más algunos videojuegos o películas que se inspiraban mayormente en La Sombra sobre Insmouth). No me puedo considerar un erudito, pero a la vez, si que soy creyente de que, gracias a la multitud de juegos de mesa y rol ambientados en los Mitos, todo se ha convertido en algo extremadamente pulp, basado en la acción más que en el terror que degrada ligeramente la esencia de ese terror cósmico original (algo así como lo que le ocurre a Alien cuando pasamos a la secuela de Cameron).

La obra tiene momentos durísimos, pero nada es gratuito en el gran esquema del plan de Moore…

Lo de Watchmen, que sí, que ya voy.

Si Watchmen es la obra maestra que es hoy día. No lo resulta ser por su argumento, que presenta una trama relativamente sencilla (sí, con sorprendente giro final). Ni por unos personajes especialmente carismáticos (aunque están trabajados al extremo y no dan puntada sin hilo). Lo que realmente convierte Watchmen en una obra completamente obligatoria de lectura (y numerosas relecturas) es por la deconstrucción o destilación del cómic de superhéroes, para luego volver a remontar todos los conceptos en algo completamente ulterior. Donde aquellos que deseen profundizar en algo más que su argumento, encontrarán capas y capas y más capas de niveles narrativos (tanto en guion como dibujo) ensalzando del género tratado de simple entretenimiento a una suerte de «enciclopedia» o «desglose» definitivos.

Es el proceso que se vuelve a repetir en Providence pero en este caso, dejando de lado el superheroísmo, y centrándose en el terror cósmico de la obra de Howard Philips Lovecraft. No creo que Providence pueda ser medianamente entendido sin conocer nada previo de dicha obra (quizás si que pueda ser disfrutado, a fin de cuentas, se trata de un relato de terror). Pero quedarse ahí, sería como entender la estructura interna de un rascacielos, arañando solo la pintura de la valla del recinto que lo rodea.

A mayor el conocimiento del lector de la obra de Lovecraft, o de sus muchos seguidores que expandieron los Mitos. Mas cosas que meterse en la boca a cucharadas. Mas fino el hilo que podemos ver del tapiz, pudiendo disfrutar a más niveles. Y como digo, no es una posición en la que me encuentre, afortunadamente, es algo que tiene solución con algo de tiempo y esfuerzo. Porque Providence al igual que Watchmen invita a la relectura, y con cada nueva iteración, uno descubre nuevas cosas. Cosas a nivel de dibujo, pues si bien Jacen Burrows mejora en cada parte, el mérito de su trabajo no es el de ofrecer una ilustración atractiva, si no el ser claro, y sobre todo minucioso, ya que Moore no deja absolutamente nada al azar y hasta el más mínimo encuadre, el más mínimo objeto en segundo o tercer plano tienen importancia capital. Cosas a nivel de estructura, pues Moore es un enamorado de la misma, y al igual que ya jugara a este juego en (sí, efectivamente) Watchmen ofrece mil cosas que descubrir con el tiempo. Portadas que son viñetas del propio cómic, secretos enterrados en la prosa posterior a cada número, mensajes velados en las contraportadas de cada grapa, patrones de viñetas que se repiten. Si has terminado de leer Providence el juego no ha hecho más que empezar.

La investigación de Robert Black nos llevará a un viaje por toda la obra de Los Mitos de Cthluhu…

Excitándose por los motivos incorrectos.

Pese a todas sus virtudes, Providence es una obra difícil de leer. Que requiere mucho por parte del lector y no me refiero únicamente a conocimientos previos. Estos, como digo están al alcance de todos y pueden ser adquiridos a posteriori si la curiosidad germina con suficiente fuerza, como es mi caso. Para empezar, me cuesta mucho recomendar una lectura parcial de la obra (por ejemplo leer individualmente alguna de las tres piezas que la componen), pero tampoco algún capitulo destacable que leer por separado a modo de bocado de prueba. De la misma forma que debería estar prohibido saltarse la prosa adjunta a cada episodio, no es un relleno o un extra sin más. Es una parte fundamental de la trama y ejerce varias funciones de refuerzo a la parte dibujada y de interconexión entre todos los elementos que componen la obra. Y no son pasajes cortos ni están redactados con una prosa ligera y contemporanea.

Pero creo que es de esas obras que premian el esfuerzo con grandes recompensas. Y desgraciadamente (o no), tampoco de forma inmediata. Pero las grandes obras, las que de verdad dejan poso (porque hay obras enormes que se mantienen en el entretenimiento puro, y no se olvidan nunca, pero no dejan poso, no dejan un poquito de guarrería enmarañada en tu alma que remover cada cierto tiempo a ver que sentimientos afloran de ella) no suelen ser obras sencillas. Hay tramos de Providence ( o en general toda la parte de Neonomicon) que son de una dureza y una incomodidad brutales, y que ciertos rincones oscuros de nuestro cerebro se activan con los actos que en ellos se cometen, intentando racionalizarlas, bailando una incomoda danza entre la excitación y la suciedad más negra del alma.

Repasando su obra, uno pensaría que tras su retiro, a pesar de habernos presentado obras interesantes como The League of Extraordinary Gentlemen, Lost Girls o Top 10, el barbudo no llegaría a las cotas de sus primeras obras legendarias (curiosamente, asociadas al mainstream del que reniega ahora mientras le grita a la nube) sin embargo, parece que a la hora de retirarse por segunda (y quién sabe si definitiva) vez, nos ha dejado un canto de cisne, demostrando que nunca ha perdido la genialidad que le caracteriza como autor, aunque quizás si la motivación. Una motivación que H.P. Lovecraft a removido con suficiente fuerza para dejarnos este regalazo que no todo el mundo sabrá o podrá apreciar de la forma correcta. Y me incluyo parcialmente en esta definición, ya que no es una cuestión de ser más inteligente o no, si no de saber mirar con las gafas adecuadas, apoyándose si es necesario en las perspectivas de hombres más capaces.

Por cuestiones obvias, la figura de Howard Phillips Lovecraft es fundamental para el desarrollo de la obra…

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