Los que ya peinamos canas tenemos que mirar un poco más lejos a la hora de volver la vista atrás y recordar nuestros inicios en el cómic. Las referencias habituales no cambian tanto de persona en persona: Mortadelo & Filemón, Superlópez, Zipi y Zape. Quizás los más viejunos se puedan ir a obras con más solera de la Escuela Bruguera. Pero no creo que nadie se deje fuera al mayor referente que nos llegaba desde tierras francesas.

Astérix es, me atrevo a decir, uno de los mayores referentes de la historia del cómic a nivel mundial. Se habla mucho de la cantidad de ejemplares impresos de los agentes de la T.I.A. por todo el globo, pero incluso sus despampanantes números palidecen al lado de los del galo bajito y su amigo gordinflón. Lo que empezó como una simple serie de aventuras en la revista Pilote en 1959 (que se dice pronto los años que llevan algunos a sus espaldas), se acabó convirtiendo en todo un fenómeno de masas que ha acabado trascendiendo a sus propios autores.

Dudo que nadie en el mundo, no sepa identificar a Astérix u Obélix, algo que los sitúa al nivel de iconos como Superman, Batman o Spiderman. Y lo es por un buen motivo. La calidad de sus obras raya en el sobresaliente tanto a nivel gráfico como de guion, siendo además una serie bastante longeva en la que se pueden apreciar tres etapas bastante diferenciadas, dependiendo de los autores que se han hecho cargo de ella. Algo que poco a poco iremos comentando conforme vayan pasando por aquí los diferentes títulos que la componen. Además, a pesar de que Salvat parece que nos la va a dejar colgada (habiendo publicado solo 17 de los 39 que la confirman), a día de hoy contamos con la absolutamente MARAVILLOSA La Gran Colección donde contamos con un formato ampliado, recoloreado (el original siempre ha sido un desastre en las obras iniciales) y rotulación moderna (adiós, letras de máquina de escribir). En ella nos basamos para este análisis.

Aunque visualmente la serie evolucionará, ya se aprecian las características que lo convierten en algo único..

Toda la Galia está ocupada por los romanos…

La primera aventura de Astérix es argumentalmente muy sencilla, pero sirve para asentar las bases sobre la que se construirá el rico universo de la Francia de la Antigüedad clásica. En primer lugar, se nos presenta a los personajes clave de la aldea. No sólo contamos con Astérix y Obélix (Ideafix todavía no hace acto de presencia), la figura del druida Panoramix se hace ya imprescindible y se dejan ver en diversos momentos a aldeanos recurrentes como Abraracúrcix (el jefe de la aldea), Esautomatix (el herrero) o Asuranceturix (el bardo).

No deja de resultar curioso a nivel gráfico, que aunque los protagonistas (bueno, protagonistas, Obelix aquí realmente cuenta con una presencia testimonial, ya que el grueso de la aventura descansa sobre los hombros de Astérix y Panorámix) todavía tendrán que perfilar sus diseños (redondeándose y achatándose un poco) muchos secundarios cambiarán completamente de aspecto en aventuras futuras, estando irreconocibles en las páginas de Astérix: El Galo. Todavía no contamos con esa afinidad de la aldea a pelearse con la más mínima excusa, ni ese afán por aplaudirle la cara a los romanos (sólo Obélix parece disfrutar del deporte estrella de la aldea). Y muchos elementos recurrentes aún están por aparecer (como el pescado «fresco» de Ordenalfabetix o la prohibición a Obelix de beber más poción porque se cayó en la marmita cuando era pequeño) si que ya se empiezan a ver tradiciones como la de huir del bardo cada vez que amenaza con cantar.

Toda la aventura transcurre entre la aldea y uno de los cuatro campamentos romanos que la cercan y es que aunque la afición de Astérix a los viajes es bien conocida, de momento y por cuestiones obvias, era demasiado pronto para comenzar a desarrollar zonas más alejadas que los propios alrededores de la aldea. La poción mágica, probablemente el elemento definitorio de la serie, ya que es aquella que dota a los galos de sus «superpoderes» es precisamente en esta ocasión el centro de la trama. Aunque todavía, algún aspecto de su funcionamiento tendrá que pulirse vagamente.

Los postizos estaban muy de moda en el año 50 antes de Jesucristo…

… ¿Toda? ¡No! Una pequeña aldea resiste ahora y siempre al invasor.

Si gráficamente la serie todavía tiene que crecer y madurar, veremos que argumentalmente la situación se repite. Sin embargo, al igual que con el dibujo, ya se aprecian los mimbres de la genialidad de sus autores. El tremendísimo potencial que alberga la serie, y que ya en un par de aventuras estará funcionando a pleno rendimiento. Las claves residen en el humor y los anacronismos. La serie podía haber quedado como una colección de aventuras de tiempos antiguos: la lucha de los galos contra los romanos (y en un futuro contra los piratas y demás nacionalidades de la época) sin embargo, al introducir el humor en diversas variantes, la cosa cambia.

Lo primero es el slapstick tan característico de otras series de la época como Mortadelo & Filemón. Los niños se ríen con los golpes, pero los adultos, por dentro, un poquito también. Los ingenios de Astérix y el druida para hacer la vida imposible a los romanos (ambiciosos de poder, y por lo tanto, claramente malvados) nos arrancarán más de una carcajada inesperada si es la primera lectura y una sonrisita cómplice cada vez que volvamos (y volveremos una y otra vez). Poner un bocadillo con una nota musical y un asterisco a un bocadillo de traducción con el texto «vieja canción gala» o un montón de simbolos sin sentidos en la viñeta siguiente para repetir la broma aclarando «viejas injurias galas». La gracia reside tanto en la torta fácil como en el hilar fino.

Pero son las anacronismos, donde el humor de Goscinny brilla de forma cegadora. Aquí todavía no tenemos muchos ejemplos, aunque ya se habla de conceptos como las vacaciones a la playa o la feria del coche de ocasión, pero es que en el futuro veremos aventuras entera girando en torno a conceptos como los César (los Oscars italianos), los residenciales de lujo o el capitalismo, pero no adelantemos acontecimientos. Posiblemente, Astérix: El Galo sea la aventura más floja del personaje, y aún así, he perdido la cuenta de las veces que la he leído ya, en casa, a la niña le entra como pan con aceite precisamente por su sencillez y su falta de conceptos complejos, y no veo la hora de que aprenda a leer y pase a las siguientes por su propio pie. Y por supuesto, no podemos despedirnos, sin el clásico banquete de jabalíes a la luz de la luna…

El color y la rotulación de los primeros álbumes era catastrófica, algo que se ha solucionado en La Gran Colección, que de momento permanece incompleta en nuestro país…

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