Voy a parafrasear a una conocida figura de Bluesky: «Os juro que veo las Guerreras del K-Pop 46 veces más y lo dejo, que yo no veo dibujitos animados, que soy adulto. Como os digo, la veo 79 veces más y ya lo dejo. Nada, 132 como mucho. Lo siento, no tengo tiempo de hacer caso de tus tonterías. Es hora de volver a ver a las Guerreras K-Pop». Que no pasa nada, que yo se que a ti, José Luis te gusta mucho la testosterona, el jevi metal estando calvo, David el Gnomo (eso si que eran dibujos) y las cosas de machotes.

No puedo hablar de K-Pop Demon Hunters sin entrar en los mismos discursos de siempre. Que si feminismo, que si empoderamiento de la mujer, que si señoros protestando. Así que por qué no nos damos ya la lección por aprendida, que al final si entras aquí ya sabes de qué va la película, y nos centramos en lo jodidísimamente divertida que es lo de las guerreras K-Pop. No es difícil, de verdad. No te tiene que gustar el K-Pop, no te tienen que gustar las películas de animación; y llámame loco, pero no te tienen siquiera que gustar las mujeres.

Tan sólo tienes que poner dos cosas pequeñitas, pequeñitas de tu parte. El saber que toda esta vaina le gusta a un sector de la población que no tiene que acomplejarse de nada por ello, y decidir que lo mismo puede estar bien divertirte con ellos durante la cochina hora y media que dura la película. Joder, lo único que tienes que hacer, José Luis, es ser positivo por una puta vez en tu vida, y tener ganas de pasarlo bien. No te puedes hacer mejor regalo para pasar un ratito majo delante del televisor.

Yo las adopto, las alimento y las llevo a los conciertos…

Rumi, Zoe y Mira… Sí. Exacto. Mis hijas también…

Oiga, caballero, que ya no puede adoptar a más muchachas. Lo se, lo se. Pero es que las tres protagonistas de K-Pop Demon Junters tienen todas las características que me gustaría que tuvieran mis niñas de mayores: Guapas, inteligentes, con una personalidad arrolladora, y sobre todo, BUENAS PERSONAS. No hacen falta más de 5 minutos para conocerlas (aunque me haya vuelto a poner el inicio de la película para preparar este análisis y ya llevo la mitad). Antes de que empiecen a cantar ya sabes de sobra como son las tres. Y ya sabes que las quieres para siempre, pase lo que les pase.

No hago nada más que oír que la industria cinematográfica está muerta, que ya no se inventa nada nuevo, que todo es refrito y nada merece la pena (y lo decimos con la boca grande, como si no fuésemos la principal causa de este problema por nuestros hábitos de consumo de MIERDA). Y de repente, de la nada, surge una tontería como un piano (porque esta película es una tontería como una catedral. Pero lo sabe, y es a lo que juega. Y de repente se da la vuelta a la tortilla y se convierte en algo magistral) que conecta contigo de una manera absoluta e irremediable.

Desde que la viera el viernes pasado, llevo todo el fin de semana escuchando su música (un género del que no he querido saber nada en mi vida). Poniendo sus memes en redes sociales. Riéndome por dentro con sus chistes más estúpidos. Y sobre todo, rememorándola entera una y otra vez. Pocas veces me pasa esto después de ver una película, pero cuando sucede, es algo que me recuerda a esos primeros días de empezar una relación sentimental, y me doy cuenta de que realmente, es una historia de amor con un lado muy bonito de uno mismo que sacamos poco a pasear.

Ah, si, estos muchachos también salen…

Pues si tanto te gusta, cásate con ella.

Ojala fuera legal, José Luis, ojalá lo fuera. Obviamente hablamos de un tema de conexión. Y no sabría explicar exactamente de qué se trata. Cual es esa fórmula mágica que ya con ver el tráiler (ya realmente con ver el título simplemente), uno piensa «esta bizarrada, es justo mi tipo de mierda». Y claro, con una flor como esa en el pecho, pues vas a favor de obra, da igual lo que te tiren a la cara, que tu estás ahí listo para recibirlo todo con los dientes por delante.

Puede ser que la trama sea la típica de «chica conoce demonio que ha jurado destruir; chica se enamora de demonio; chica tiene que hacer las paces con su identidad para poder salvar el mundo». Pero oye, lo hacen cantando, y eso ya le da puntos a cualquier película. Y la animación. Lo de la animación no es de este mundo. No sólo los diseños son literalmente divinos, es que todo está a otro nivel. Sony Pictures Animation parece haber dado con su seña de identidad después de realizar las películas de Miles Morales y aunque viendo K-Pop Demon Hunters uno recuerda ligeramente a las cintas del Spider-Verso, aquí contamos con una personalidad propia y absolutamente rompedora.

Las caras, los cambios de estilo para acentuar el meme, los movimientos, los diseños, el color. Es que no estoy enamorado de las tres guerreras, si no de todas sus predecesoras que aparecen como literalmente dos segundos, indicando los diferentes relevos generacionales de ese grupo de heroínas, siempre presente en la cultura coreana, que canta y cantan para protegernos del mal. Posiblemente le estoy haciendo un flaco favor a la obra ensalzándola con tal intensidad. Porque al final conectamos o no con las cosas, y cuando se trata de humor, o de objetos culturales que no no son afines (quizás por eso mismo me he sentido atraído por esto, por que a mi las boy bands, el K-Pop, el rímel, la laca y los pintauñas, me dan bastante igual), es muy peligroso que nos intenten convencer de algo, porque el rechazo está a la vuelta de la esquina. Pero es que me lo he pasado TAN bien viéndola que no puedo dejar de sugeriros que hagáis lo mismo en cuanto podáis.

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