Ya lo decía un conocido divulgador de tebeos español: «Juntaos con más niñas en el patio del colegio». A mi, por cosas de la cabeza, siempre me ha dado mucha vergüenza pero se cuenta mucho en mi casa que de mas pequeñito, en la guardería, siempre me juntaba solo con féminas, hasta el punto de que mi madre llegó a preocuparse médicamente por el asunto (cosas de la época).

La gente tampoco entiende que a la hora de propagar mi semilla por el planeta, haya preferido que mi descendencia naciera con vulva. Pocas veces he tenido tantísima suerte al tirar los dados como con mis dos hijas. Pero claro, al parecer debe haber un montón de cosas que no voy a poder hacer con ellas por colgarles un pito entre las piernas (a lo que yo me pregunto si aquellos con hijos varones lo mismo se están perdiendo algo más importante también, sobre todo con esa forma de pensar).

Al hablar hace poco con un conocido, explicándole que sufro un Trastorno de Ansiedad Generalizada, que no llega a incapacitarme, pero si me dificulta muchísimas acciones habituales de mi vida. Por ejemplo, la toma de decisiones, que se hace tremendamente cuesta arriba al tener que sopesar todas y cada una de las posibilidades (reales o no), me comentaba con cierta sorna que lo sentía mucho por mi, que al parecer yo «poseía el gen femenino».

Ni machismo, ni feminismo, mejor igualdad.

Claro que si, José Luis. Que no cambie el status quo, que para ti ya es lo suficientemente igualitario. Toma un diccionario y lee un poco más. Lo expuesto anteriormente son sólo un par de ejemplos de machismo rampante del que incluso los hombres feministas («aliados» nos llaman, así que pueden contar con mi espada, mi arco, mi hacha y mi infinita paciencia hacia mis congéneres) somos víctimas en ocasiones. Y digo ocasiones porque en este drama son las mujeres las que lo sufren de forma constante.

Efectivamente, quiero pensar que la cosa está avanzando. Que estamos mejor que en la época en la que se ambienta Piel de hombre (que si, José Luis, que ahora voy con el tebeo. Tu no te preocupes que si escuece, es que la herida está sanando). Afortunadamente en algunas partes del globo (en otras, lamentablemente seguimos igual o peor) ya no se obliga a las hijas a casarse con desconocidos por acuerdos comerciales. No se les obliga a tener descendencia para perpetuar un linaje en el que el varón es el cabeza de familia. El sexo para ellas ya no es un trámite terrorífico por el que pasar en la noche de bodas (bendita envidia de lo mucho mejor que se lo pueden llegar a pasar ellas cuando no son depósitos de esperma).

Pero claro, luego uno lee Piel de Hombre y se ríe con ciertas ocurrencias que desde un prisma feminista pueden parecer arcaicas. Y de repente, algo en la parte trasera del cerebro dice con voz de Homer: «Un momento». Y ya el medievo no nos parece tan lejano. Es por eso que obras como Piel de hombre son tan necesarias a día de hoy. No sólo por su apología del feminismo y su defensa de los derechos de la mujer (que no vienen a arrebatar nada a nadie, solo a igualar las reglas del juego). También por cómo lo hace, con una naturalidad y desparpajo apabullantes que ayudan a empatizar con la situación sin tener que ser reaccionarios. Y porque de nuevo demuestra, que en la defensa de los derechos de las mujeres, también vienen incluidos los derechos de otros colectivos entre los que podemos encontrar también hombres oprimidos.

¡Que viva Lorenzo!

Más Lorenzos y menos José Luises en el mundo. Cuando Bianca, que todavía con su edad no sabe de donde le sopla el aire (y ya se exige de ella que sea buena esposa y futura madre sin haberle dado las herramientas para acometer semejante tarea) se pone en la piel de Lorenzo obtiene el poder de la Verdad. Todos somos diferentes cuando pensamos que nadie nos mira. Y al poder caminar de incógnito entre la varonía de la ciudad, también descubre que los hombres realizan este juego con doble tirabuzón.

Porque los hombres se comportan como «hombres» delante de otros machos. No vaya a ser que se piensen de nosotros lo que no es (cosa que irónicamente resulta ser la realidad de la intimidad). Piel de hombre es feminista, porque cuando uno habla de amor, de igualdad, de derechos de hombres y mujeres, de acabar con la hipocresía (y de la religión y su moralina no voy a hablar porque entonces no acabo), al final, el único resultado lógico posible que nos queda, parece ser el feminismo.

En menos de lo que canta un gallo, gracias a Lorenzo, Bianca descubre como funciona el mundo realmente, y gracias a lo finísima que es su piel; ve claramente cuales son los engranajes podridos que hacen que la máquina esté estancada sin avanzar. No es Bianca la única atrapada en las reglas de un juego que no le benefician en nada. Su prometido Giovanni, a pesar de contar con genitales colgantes, sufre aún más en silencio que ella misma. Y aunque no lo pueda parecer con tanta reivindicación, todo gira en torno a la historia de amor entre los dos. Un amor complejo, como sólo puede serlo la vida misma; que nos emperramos en complicar más de la cuenta por ese terror a que lo que quieren los demás nos haga daño.

Justo después de la regla, y a la derecha.

El dibujo de Piel de hombre se me antoja tan necesario como su guion. El trazo simple de Zanzim, casi caricaturesco, que en ocasiones nos recuerda a una suerte de Cartoon Network para adultos. La elección del color, tremendamente simple, pero con una profundidad narrativa del tamaño de un pozo. Todos los elementos gráficos ayudan a que el mensaje de la obra llegue al lector varias capas más adentro de lo que un trazo más realista o espectacular hubiera logrado. La introducción de ese humor que te hace reír cuando vives en el mundo del sentido común, pero cogiéndote un pellizco en el corazón, porque sabes que «es divertido, porque es verdad». Y eso demuestra que algo en la realidad está mal.

Por todo esto y mucho más, que dependerá de la experiencia personal de cada uno con la obra. Piel de hombre debería ser una lectura obligada en los colegios. Y si, digo en los colegios aún a sabiendas de que es un libro que presenta el sexo sin tapujos (como ya he dicho, el dibujo ayuda a la obra en más de un sentido). Y aunque obviamente no se lo voy a dar a leer ya a mi hija de cuatro años. Estoy bastante seguro de que antes de que termine primaria me habré asegurado de que este cómic haya pasado por sus manos.

Que bastante le intentarán torear en la vida sólo por el hecho de no ser rica, como para que también intenten hacerle ver lo que no es por el hecho de ser mujer (si ella, con la edad, así lo siente y lo decide, que hasta en eso tenemos que opinar de los demás). Porque la libertad no es lo que la Comunidad de Madrid vende. La libertad no es poder salir a la calle cuando hay gente muriéndose por una enfermedad contagiosa. La libertad no es decidir no ponerse una inyección que pone a tus hijos (y los de los demás) en peligro. Libertad es otra cosa, y Piel de hombre tiene bastante claro qué es. Y no, no es libertinaje, palabra, que por otra parte, es un sustantivo masculino…

Tendencias