Empezar un análisis sobre Maus afirmando con rotundidad que no se trata de una obra sobre el Holocausto puede parecer pretencioso, probablemente lo sea. Después de casi 20 años desde mi última lectura de la obra, la menos no era ese mi recuerdo. En mi memoria habían arraigado con fuerza las escenas de lo vivido por Vladek, (el padre de Art, el autor de la obra) durante los años que transcurrió la Segunda Guerra Mundial (y aquellos previos y posteriores).
Como las escenas más cruentas de las películas que se han atrevido a narrar las atrocidades del Holocausto, las sensaciones al rememorar lo que había supuesto para mi la lectura de Maus giraban de forma inequívoca ante linchamientos, disparos sin previo aviso, zulos improvisados, hambre y desesperación. Ahora, en pleno 2025 con cuatro décadas de vida a mis espaldas y dos niñas a mi cargo, la relectura del comic de los ratones judíos me ha desvelado una segunda capa, mucho más importante en lo personal, que aquella de la que todos siempre hablamos.
Porque, poniéndome un poco pedante, puedo afirmar con rotundidad que Maus no es un cómic sobre el Holocausto. Y a la vez que provoco el enarcamiento de algunas cejas, tampoco estoy descubriendo la pólvora. Ya que la argumentación que voy a realizar para defender esta postura, la proporciona el propio Art Spiegelman en la primera parte del cómic (realmente es algo se está reconociendo una y otra vez durante toda la obra). El relato de lo sucedido a los judíos en Europa durante la Segunda Guerra Mundial es un efecto secundario de la difícil relación de Art Spiegelman con sus padres. Ya que de eso trata realmente Maus. No es sino un ejercicio de introspección por parte del autor en el que analiza, entrevista sobre las penurias de su familia mediante, la realidad detrás de su familia.

Papá, Mamá y el pequeño Richieu
Lo cuenta Spiegelman de forma autobiográfica en el libro y en cualquier entrevista en la que se le pregunte. Y siempre de forma reiterada. Durante toda su infancia, toda la destrucción sufrida por su familia, incluyendo la muerte de su hermano Richieu, era algo que estaba presente en su día a día. Sin embargo, sus padres nunca le dieron contexto, nunca se sentaron a explicarle que muchos años antes, unos señores decidieron que otros tantos no merecían seguir vivos y que por culpa de eso las noches en su casa se llenaban con los gritos de su padre mientras dormía. «Esa foto es de tu hermano Richieu, murió en la guerra». Y ya está, así sin mas.
Me permito un lujo poco acertado al parafrasear, pero cualquiera que acuda a las fuentes puede sacar una conclusión similar a la mía. El propio Art Spiegelman sabía de la existencia de los diarios de su madre en los que, cuando fuera mayor, se le proporcionaría tan ansiado contexto, aquella información parcialmente velada que aclararía tantas cosas que no acababan de estar del todo bien en su casa. Lamentablemente, como descubrimos durante la narración de Maus, en un momento de duelo, su padre los quemó, deshaciéndose de la versión de la historia de Anja. Una afrenta más para Art que añadir al largo listado de comportamientos que nunca perdonaría a Vladek.
Aún en 2025, con el autor casi llegando a los 80 años, sigue refiriéndose a su madre como tal, mientras que el apelativo para su padre, sigue siendo el de Vladek, su nombre de pila. Me metería en un charco mucho más profundo si me pusiera a opinar sobre la salud mental del autor, sus traumas, y la implicación de los mismos en este círculo de relaciones personales. No poseo ni los conocimientos ni la información para valorar. Pero si que me gustaría apuntar, como bien indica el autor en Escape del Planeta Infierno (obra que además aparece reproducida en el propio Maus) que estuvo ingresado casi un mes en un hospital psiquiátrico por una crisis nerviosa, que por aquella época consumía LSD con asiduidad y que al poco de salir de allí, su madre se suicidó. Y que todo ello se refleja en su obra en más de una ocasión.

¿Por qué comics? ¿Por qué ratones? ¿Por qué el Holocausto?
No son preguntas que me corresponda a mi analizar. Sobre todo porque más allá de la verdadera intención que sólo conoce el propio autor (y puede que ni siquiera él mismo) lo único que podemos hacer es especular y teorizar en base a nuestra propia realidad. No se trata de algo que esté mal. Pero si que resulta poco fructífero en el marco de la realidad. Mi función aquí es otra: Recomendar la lectura de la obra (por Crom, que debería ser de obligada lectura en los institutos del mundo entero, y quizás por aquellos que hayan tomado la decisión, conscientes o no de reproducirse y dejar descendencia), y quizás, dar una nueva perspectiva por si la habías leído y, como me sucedió a mi, te quedaste únicamente en uno de los dos lados divididos por el alambre de espino.
Que por otra parte, es lo que tiene sentido que ocurra. Los sucesos narrados por Vladek (algunos de los cuales quedaron registrados en las cintas audio de dichas entrevistas) son verdaderamente atroces. Y el hecho de que no sean anónimos. El hecho de que aunque la memoria de Vladek pueda ser más o menos precisa, nos relate lo que vivió en sus propias carnes. El hecho de que veamos un número tatuado en un brazo dibujado, a sabiendas de que dicho brazo estuvo delante del autor durante décadas. En la piel de una persona real, con nombre y apellidos. Toda esta cercanía hace que la totalidad del relato, terrorífico ya de por si. Resulte todavía más abrumador.
Quizás ahora, en 2025. Cuando todo esto empieza a sonar ligeramente antiguo. Cuando ya van quedando pocos supervivientes de aquello; porque el paso del tiempo, inevitablemente lo borra todo. Quizás ahora sea el momento perfecto para volver sobre esta obra y destacarla, de entre todas las que existen y que realizan un encomiable esfuerzo porque la historia no se repita. Porque el cómic es el medio perfecto para llegar a todo el mundo. Incluso sin saber leer, uno puede entender parcialmente lo que sucede en sus viñetas. Quizás ahora, cuando la historia amenaza con repetirse (si no se está repitiendo ya), todos debamos temer un poco porque quizás algún día alguno de nuestros nietos tenga que escribir una cómic; tratando de entender a su padre o a su madre, tratando de asimilar las razones que le llevaron a ser como era debido a lo que pasó. Algo por lo que no debería pasar ningún ser humano, le pongamos la careta de animal que queramos.





