Parece que la cosa va últimamente de asignaturas pendientes. Nintendo es famosa por sus licencias propias. Y desde hace ya muchos años, Pikmin es una de esas que además, se nos antojan inimitables. Desgraciadamente la vida me ha llevado por unos derroteros que me han hecho probar antes el Tinykin; un juego desarrollado por SplashTeam que bebe muchísimo de la obra de Nintendo aunque con un enfoque ligeramente diferente. Quedaos con esto que ahora retomamos.
El Pikmin original salió para la Gamecube hace ya la friolera de 24 años (en 2001), que se dice pronto. Y nos presentaba un juego en el que tenemos que ayudar al Capitán Olimar a recuperar las piezas de su nave, dañada en una colisión contra un meteorito. Varado en un mundo, que recuerda vagamente a un jardín terrícola, tendremos que recorrer 5 niveles buscando las piezas y defendiéndonos de la fauna local.
Y es aquí donde Pikmin brilla poderosamente. Porque para acometer tamaña tarea, deberemos usar las habilidades de los bichos (o plantas) del mismo nombre que el juego. Los pikmin (de color rojo, amarillo o azul) nos acompañarán allá donde vayamos (aunque esto ponga en peligro su vida) y podremos lanzarlos por los aires. Dependiendo de a donde apuntemos, realizarán una tarea permitida en sus proximidades: atacar a un enemigo, construir un puente, derribar una puerta, coger una roca explosiva o una pieza de la nave…

No es lo mismo, eeeees distintoooo…
¿Os acordáis de Tinikin? En este juego en lugar de a los pikmin, controlas a los tinykin de forma similar. Las habilidades de los bichitos varían de un juego a otro pero el objetivo es el mismo: utilizarlos para resolver rompecabezas y recoger ciertos objetos. La diferencia (y es una diferencia fundamental) radica en que mientras que en Tinykin no hay combate, en Pikmin si. Y aún más importante, en el juego más reciente no hay limite de tiempo y en el de Nintendo vas (al menos en primera instancia) más apretado que las tuercas de un submarino.
En Pikmin tienes 30 días para recuperar 30 piezas de la nave. Pero solo puedes visitar una localización por día, y por la noche es todo tan peligroso, que debes huir a la órbita del planeta con tus bichitos de colores. Repartirse las tareas a acometer durante el día y hacerlo con eficacia se convierte en una cuestión fundamental. Si pierdes a muchos pikmin en un intento, te tocará viajar posiblemente a una localización donde ya tengas todas las piezas, para poder reproducirlos (los pikmin se alimentan de unas píldoras y los cadáveres de sus enemigos para aumentar su numero) perdiendo así el día por completo.

Al centrarme en los puzzles e intentar evitar los combates me encontré con 2 problemas fundamentales. El primero era que cuando ocurrían «accidentes» (los pikmin caían al agua y se ahogaban, se quemaban por el fuego, se los comía una criatura salvaje o no conseguía recuperarlos antes de la caída de la noche) mi numero de pikmin disminuía y me costaba la vida realizar las tareas propuestas. En segundo lugar, muchas piezas están ocultas detrás de un jefe, que al igual que el resto de enemigos del juego, se vence únicamente de una forma especifica que ocasionalmente implica un color de pikmin determinado. La ruina vamos. Cuando conseguí llegar al último día, me faltaban 2 piezas aún (y tenía una ansiedad de caballo porque no te cuadran las cuentas desde hace ya varios días), pero me faltaba visitar la ultima localización.
¿Y que ocurre en esa situación? Pues que la nave despega hacia el espacio para luego precipitarse de vuelta al suelo y pierdes la partida. (No hago spoiler de lo que sucede a continuación, pero es todo bastante turbio). La cuestión es que te toca volver a cargar la partida, retroceder hasta el día que quieras de los 30 a elegir (obviamente te vuelves al primero porque has ido de culo) y volver a empezar. Y ahí la ansiedad ya se vuelve en terror absoluto porque, José Luis, aquí no estamos para perder el tiempo que hay mucho que jugar.

Vale, que a lo mejor me lo merezco, bueno…
Porque claro, el juego, aunque con mi comentario pueda parecerlo, no es injusto contigo. Ya cuando iban quedando pocos días para acabar, de repente te das cuenta de una cosa. Si no evitas los combates, si no que al contrario, te aseguras de limpiar el mapa ocurren varias cosas. Primero suceden menos «accidentes» al haber menos enemigos en el mapa. El numero de tus pikmin aumenta considerablemente aprovechando los cadáveres de dichos enemigos. Y lo más importante: aprendes a combatir contra ellos, haciendo que después las peleas contra los jefes sean menos dramáticos.
Si a eso le sumas que en una segunda vuelta ya has resuelto la mayoría de acertijos, tu optimización se multiplica. Y terminas completando (ahora si) las 30 piezas de la nave en algo menos de 20 días. Y encima, has vuelto al juego con ganas. Y ahí está la magia. Porque ahora ya «sabes kung-fu» y empiezas generar tu propio ritmo. Coges a unos pikmin rojos para limpiar la zona de enemigos, mientras los amarillos lanzan piedras explosivas en otra zona para abrir puertas y luego unos poquitos azules para cruzar el agua y recoger una pieza.
Porque no lo he comentado. Los pikmin rojos son los más básicos (y juraría que los más agresivos y fuertes) y son ideales para pelear; además de ser inmunes al fuego. Los amarillos son más ligeros y los puedes lanzar más alto a sitios que los otros no llegan; además son los únicos que pueden coger bombas. Por ultimo, los azules son los únicos que no se ahogan en el agua. El ir combinando los 3 colores con cierta fluidez es una experiencia de las más divertidas que me ha ofrecido nunca un juego de «rompecabezas» y es lo que hacía brillar también a Tinikin, que no me he olvidado de él.

No es lo mismo arte, que hartar…
Que era lo que pensaba que me iba a ocurrir con la segunda vuelta. No sólo me lo he pasado mejor que en la primera, con más ganas e insistencia que la primera. Justo lo contrario que con cualquier otro juego que se me pueda poner por delante ahora mismo. Es que incluso estoy deseando empezar Pikmin 2 (probablemente cuando leáis esto ya haya ocurrido).
Quitando unos problemas que claramente eran míos, poco se me ocurre que criticarle a un título que me parece verdaderamente redondo. El diseño de niveles es sobresaliente, las mecánicas una vez que prestas atención a lo que realmente te están indicando, son sublimes, la música es también magistral. Pero quizás podemos hablar del arte.

Entiendo perfectamente a donde va Pikmin con la cara que tiene. Es más, es lo que le da «calidad a la película». Con una personalidad propia que nadie a podido emular. Pero es que los bichos son tan feos… Todo en Pikmin menos el suelo es taaaaan horrible. (Venga, creo que podemos salvar a Olimar). Todo está tan desproporcionado y te mira con esos ojos vacíos sin vida que no sabes si quieren darte un abrazo o clavarte una navaja en el cuello…
Sea como fuere, bajo la capa estética que puede gustar o no (y que de nuevo, lo pongo como fallo por filias personales, porque realmente no creo que sea algo negativo) existe un juego redondo que si no pudiste jugar en Gamecube en su día, ahora puedes enfundártelo, junto al resto de la saga, en Nintendo Switch, tan ricamente. Y de paso ver por qué, sin hacer apenas ruido, Pikmin es una de las grandes licencias de Nintendo de los últimos años.




