Llevo un rato delante de la pantalla en blanco y no tengo ni la más remota idea de por dónde empezar a abrir este melón. Así que, ¿por qué no hacer un poco de metahistoria (algo muy de Jorodowsky y Moebius) y así cogemos algo de pista para poder despegar el (en este caso) avión del pensamiento con cierta velocidad.

Esta «trampa» me lleva a realizar un par de paradas previas en este viaje. La primera de ellas es la de confesar públicamente el motivo por el que me siento delante del ordenador a aporrear las teclas. Descartadas las obvias (y esta vez sinceras) «porque me divierte escribir» y «porque me gusta recomendar a otros las cosas que me han gustado»; existe otro motivo, que es la de realizar un ejercicio de «cierre» ante la abrumadora cantidad de material de ocio que por mi ansiedad me emperro en consumir. Es decir, con cada cosa terminada, me ayuda el realizar un ejercicio de introspección en forma de texto escrito para dar la obra en cuestión por terminada.

En mi empeño por divulgar, no solo me he animado a dar vida de nuevo al proyecto de La Batalla por la Cultura Pop, también he tenido la suerte de poder formar un club de lectura de cómic donde estoy disfrutando como un gorrino descubriendo obras que otros amigos consideran que merecen ser leídas única y simplemente porque a ELLOS LES GUSTAN. Ni más ni menos. Es por esta causa por la que un eterno pendiente en mi lista de la compra como es El Incal de repente sale de ahí y acaba en mi mesita de noche (que menos mal que es de un tamaño respetable, la mesita, digo).

La segunda página del cómic refleja a la perfección la sensación que he tenido como lector durante todo este viaje…

Ahá, si… Muy interesante tu vida. ¿A dónde quieres llegar?

Ya voy Jose Luis, a lo que quiero llegar con toda esta vuelta previa que además me sirve para ir rellenando, es a la siguiente cuestión. He leído El Incal porque un amigo mio nos ha obligado a traición aprovechando el club de lectura (así lo siente más de uno, que me consta). Yo me he alegrado porque como digo, llevaba muchisimos años en mi lista de pendientes. Pero, ¿por qué estaba en primera instancia en dicha lista? ¿Qué es lo que hace que este que les escribe diga «un día de estos parece que estaría bien sentarse a leer El Incal»?

La respuesta no es otra que: Moebius. Después de una vida leyendo tebeos, y al menos un par de décadas metido en temas de divulgación y círculos relacionados con el análisis del cómic, la figura del maestro francés siempre ha estado ahí arriba, en un pedestal, como una de las vacas sagradas del noveno arte en el viejo continente europeo. Quizás no había leído hasta hace poco El Incal. Pero tampoco El garaje hermético, Los ojos del gato o Arzak. Y aún asi llevo media vida con la sensación de que son obras que conozco a la perfección. Incluso he tenido originales de alguna de ellas delante o en las manos.

Y aquí es a donde quiero llegar. Cuando me siento a leer El Incal tengo por delante un batiburrillo de emociones que implican a una figura endiosada (con razón) como la de Moebius, otra controvertida (con más razón aún) como la de Jodorowsky, el esfuerzo de tener que poner en contexto una obra que tiene literalmente mi edad y de la que todos (pero vamos, todos sin excepción) han bebido y de la que me doy cuenta que realmente no se, ABSOLUTAMENTE NADA. Y con la presión añadida, nada menos, de luego tener que hablar de ella tanto aquí como después en una reunión de «lectores de cómic anónimos».

Si, el guaperas ese del centro arriba es John Difool… Grande Moebius…

¿Tu sabes como va eso de lo de separar obra y autor?

Porque yo al 100% no lo tengo claro, y se me antoja imprescindible para poder desgranar un poco El Incal. Porque durante su lectura he tenido momentos de disfrute. Momentos de «¿qué hago yo aquí?». Momentos de atisbar ligeramente las causas que lo convierten el la gran Obra Maestra que es. Especialmente tras leer el séptimo volumen incluido en este tomo integral: Los Misterios del Incal. Estos extras (que ocupan literalmente la mitad del libro) no sólo desgranan y analizan la obra de Jorodowsky y Moebius (incluyendo Antes del Incal, Después del Incal e Incal Final); también lo hace con sus autores. De manera que resultan una ayuda inestimable para ver la obra con dos filtros absolutamente necesarios no para este, si no para cualquier análisis: contexto para ver la obra en la época en la que vió la luz, y entendimiento para poder dejar a los autores a un lado y paladearla por lo que es en si misma.

Tengo que reconocer que aunque en lo primero he podido alcanzar cierto éxito, tratando de entender lo que supone el nacimiento de una obra como El Incal en un momento en lo que no se había hecho absolutamente nada previamente siquiera parecido a El Incal. Pero en lo tocante a dejar a Jorodowsky y Moebius en el banquillo mientras leía… En eso me temo que he fracasado y por partida doble.

¿Os acordáis del guaperas de arriba? Es el señor este… El de la derecha, el de la cabeza de perro es así siempre…

Hablemos primero de Moebius que de Jorodowsky tengo menos ganas. Eran tantísimas mis expectativas por acercarme finalmente por primera vez a la obra del autor francés. Tal eran mi pasión y mi idolatría, que me ha costado mucho no sentir decepción. No porque su obra me parezca mala (que la realidad es justo la contraria). No. El problema es que he leído tantísimo de su dibujo, sin haberlo tenido nunca en el contexto de leer una obra (que al final es el mismo ejercicio que haces cuando lees un Spiderman numero chiquicientos) que me ha costado mucho no estar sobreanalizando su trabajo constantemente. Cuando precisamente Moebius es un autor que pide que fluyas con él. Somos humanos, y aun sabiendo esto de antemano, me ha podido el calentón previo.

Si le añadimos que no soporto a Jorowdosky como persona y que como autor… pues depende de lo que me ofrezca. Y que además la obra me pide estar recordando constantemente que estamos en los años ochenta. En el mercado de comic europeo. En su escena más alternativa. Y que todo bebe de la frustración del escritor de no haber podido destrozar Dune para la gran pantalla… Pues argumentalmente El Incal me ha costado que baje por el gaznate sin arañar. Aunque en su conjunto creo que no he escapado mal viendo la que se me venía encima.

Yo no estoy abrumado…¡Tú estás abrumado!

Entonces, ¿en qué quedamos?

El que haya llegado hasta aquí se preguntará (no le faltarán motivos) si realmente entonces me ha gustado o no El Incal. La respuesta es afirmativa. Me ha gustado El Incal. Quiero leer más. Aunque me llama algo más Después del Incal que Antes del Incal (aún a sabiendas ahora de que Jorodowsky se pasó de frenada incluso para sus estándares y lo reescribió en Incal Final). Pero definitivamente volveré a la vida de John Difool (probablemente el protagonista menos interesante que me he encontrado nunca delante). Y sobre todo me ha gustado LA EXPERIENCIA de leer El Incal. El por fin haber podido realizar este ejercicio que creo que cualquier amante del cómic tiene que hacer.

Porque se que dentro de un tiempo, cuando haya hecho la digestión pertinente, volveré a zambullirme en sus páginas. Y lo haré armado de nuevos conocimientos y una perspectiva diferente. Y eso, es oro puro y solo puede brillar con una obra como esta. Estoy convencido de que El Incal va a ser para mi el Watchmen del cómic europeo. Una obra que revisito cada cierto tiempo, y a la que en cada nueva lectura le saco algo nuevo. Descubriendo nuevas intenciones o detalles que se me habían pasado por alto en lecturas previas. O aprendiendo lo que los que saben más de tebeos que yo, comparten de su lectura e incorporándolo a las mías sucesivas.

Es normal que El Incal abrume de primeras, pero ganará con cada relectura…

Es el propio Moebius el que en numerosas entrevistas comenta el por qué su dibujo varía tanto de página en página (dejo la explicación para aquellos que quieran leerla en Los Misterios del Incal). Algo que a mi durante la lectura no hacía nada más que molestarme al ojo, y que ahora, con la explicación en mi poder, me parece una genialidad que solo él podría haber pergeñado. Y estoy convencido de que es la punta del iceberg.

No me quedo con la sensación de haber leído una Obra Maestra del cómic. Pero poca duda me queda después de haberlo hecho de que El Incal es efectivamente, uno de los cómics más importantes de la historia. Y por extensión, sus autores están incontestablemente en el lugar del podio que se merecen. Y sobre todo, estoy muy contento de haberla podido leer de una vez por todas. Las casualidades del destino, sobre todo cuando son como estas, son muy bien recibidas, y me hacen un poquito más feliz.

Visualmente, lo que ofrece Moebius no es replicable por nadie…

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